Todo está consumado




“Todo está consumado, el camino de la nueva vida está ya abierto”. Esas fueron las últimas palabras de Jesús ya próximo a su muerte terrenal en la cruz y después de haber bebido un sorbo de vinagre en lugar del agua que con tanta ansiedad solicitaba a sus verdugos.

Esa frase es la misma que hoy podemos aplicar a Venezuela porque el amo del valle, el cáncer de Miraflores, decidió que necesita más poder para terminar de pasar la aplanadora por encima de lo último que queda en pie en el país y apoderarse, él y sus lacayos, de las últimas riquezas que aún están productivas y en manos privadas, para quebrarlas y después venderlas como chatarra, verdadera razón de ser del socialismo que nos quieren aplicar.

Como Jesús, ya los venezolanos hemos sido golpeados, torturados, martirizados, heridos de muerte y humillados al máximo. De nada ha valido el rotundo NO que le dimos al Gobierno el 2 de diciembre de 2007 cuando quiso que se le diera luz verde a todos sus proyectos los cuales, al final, se han ido aplicando con la abusiva pasividad y descarado servilismo de la Asamblea Nacional.

Todos los venezolanos, con la excepción de quienes son cómplices directos de la cayapa oficialista, estamos cargando una pasada cruz desde hace 10 años, hemos sido víctimas de los mayores abusos por parte de un gobierno cuya cabeza luce una corona de oro y diamantes, mientras que al pueblo le han colocado, como al Mártir del Gólgota, una corona de espinas.

Para hacer más directa la analogía, mientras los venezolanos clamamos por salud; seguridad; viviendas; alimentos; información libre y plural y educación sin ideología, el Gobierno nos quiere aplacar la sed que sentimos por la carencia de lo anterior, con sorbos del más puro vinagre.

Con el pedimento que hizo el pasado sábado 25 de julio de que lo habiliten para meter el acelerador a fondo en relación con las leyes, decretos y caprichos que nos quiere aplicar a la fuerza, los venezolanos debemos estar preparados para dejar la vida a la que estábamos acostumbrados para comenzar a transitar el camino de la nueva vida que ya está abierto de par en par.

Venezuela, querámoslo o no, ya no será la misma. Mejor dicho, desde hace 10 años cambió por completo. Ya en el país no se observa el ritmo de progreso que se ve en otras naciones con menos recursos y lo que es peor, ni siquiera el progreso se ha estancado, sino que va para atrás y a toda carrera.

Todos sabemos que por mucho que se aplique este régimen en decir que en Venezuela las cosas machan de maravilla, la realidad nos demuestra otra cosa. Aquí lo único que funciona es la inmensa corrupción que se origina dentro del mismo Gobierno, acompañándola cabeza a cabeza por el afán de aniquilar todo vestigio de resistencia, ahogando el aparato productivo del país para que dependamos de las importaciones controladas por el sistema.

Este gobierno está muy lejos de ser progresista. Quienes lo dirigen están bien centrados en cuáles son sus prioridades y las mismas no son precisamente las de ofrecer a la población soluciones a sus problemas pues los regimenes de esta naturaleza son más propensos a destruir que a construir un futuro prometedor porque reinan en la miseria de la mayoría pero ahogados en lujos y placeres los pocos afortunados que dirigen la tramoya oficialista.

Y volviendo al tema inicial, todos sabemos que Jesús no llegó por casualidad a la cruz. Judas tuvo mucho que ver en el destino del hijo de Dios y Venezuela tiene su Judas en la figura de quien se vendió como la salvación del país y resultó ser uno de los traidores más célebres del cual hablará muy mal la historia en un futuro que espero sea muy cercano, pero a diferencia de la sagrada vida de Cristo, después que Venezuela muera ya no quedarán apóstoles para llevar la verdad de lo que suceda.
Así se ha sacrificado a un país en nombre de una revolución que nada tiene de bonita y si mucho de maldad, porque este régimen cree que para avanzar un paso primero debemos retroceder 100. Como lo dijo Jesús al final de su calvario, todo está consumado y los venezolanos le preguntamos a Dios: “Padre, por qué nos has abandonado”.





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