EL TRIUNFO DE LA ORDINAREZ



Ernesto García Mac Gregor
garciamacgregor@gmail.com

Por allá en esa época lúgubre de la guerrilla, la izquierda venezolana declaró que la urbanidad, las buenas costumbres, el buen gusto, y todo lo relacionado con las más fundamentales normas de educación eran hábitos propios de la sociedad decadente burguesas y por tanto debían ser eliminadas. Nada extraño tiene ese resentimiento ya que para los comunistas, la familia y la religión son el opio de los pueblos. El genocidio de la revolución cultural china tenía por finalidad acabar con todo vestigio de cultura, religión o familia. Y ni hablar de la matanza del criminal Pol Pot y su revolución Khmer Rouge en Camboya quien ordenó fusilar a todos los padres que tuviesen educación (3 millones), mientras que los niños sobrevivientes fueron puestos a la orden y patria potestad del Estado para fabricar, dentro del desarrollo endógeno (¿les suena familiar el término?), al nuevo hombre socialista.

Algo parecido intenta imponer Chávez en Latinoamérica con su arroz con mango del socialismo del siglo XXI. El adoctrinamiento de las comunas, la ideologización de los niños, los ataques a la Iglesia, la guerra contra la educación privada, y por supuesto, el triunfo de la ordinariez liberando las ataduras que el decoro y el lenguaje imponen.

El verbo insolente del Presidente se hace cada vez más prolífero sin entender que las groserías y calificativos difamatorios, aparte de ofender a las personas a quien se dirigen, disminuyen la estatura de quien las pronuncia. La gallardía de un presidente mexicano, el garbo de un rey de España o aquel presidente Uribe, con la más bogotana de las mesuras, contrasta con los exabruptos de nuestro mandatario y la ordinariez de sus vasallos más cercanos. Y es que la mediocridad siempre ha sido más contagiosa que el talento. Estas personas no sólo carecen del buen gusto sino de la aptitud para adquirirlo. Que oiga quien tiene oídos...

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