LOE: Ley Orgánica de Esclavitud
Por: Danilo Acosta
Para los que no se han detenido a pensar en las consecuencias que traerá al país la Ley Orgánica de Educación, recientemente aprobada a trocha y mocha por los vendidos diputados de la Asamblea Nacional, sólo le vamos a poner la siguiente reflexión para que entiendan el alcance y la peligrosidad de semejante instrumento.
Quién se escuda en algo tan sagrado para una nación como lo son sus niños y jóvenes para lograr sus propósitos de permanecer en el poder a cómo de lugar y hasta que le de la gana, no merece otro calificativo que el de cobarde. Hacer una ley que le permitirá de inmediato contar con ciudadanos dóciles y nada críticos a la obra de gobierno, cuestión que para el régimen es más importante que una educación libre y plural como la que estábamos acostumbrados en el país.
Además de lo anterior, el Gobierno trabaja en un objetivo más peligroso, y es el de crear un ciudadano fustigador y represivo del único reducto de libertad del cual todavía gozamos los venezolanos y que no es otro que el de los medios de comunicación, los únicos que desafían al sistema denunciando diariamente las actuaciones poco éticas y acertadas de la presente administración nacional.
Con la Ley Orgánica de Educación no se pretende, como lo afirma el Gobierno en la voz del cáncer de Miraflores, mejorar el sistema educativo nacional ni hacer de nuestros estudiantes los profesionales que el país requiere para afrontar los retos que impone el competitivo mundo de hoy.
Al Gobierno no le interesa una educación que siga formando los profesionales de calidad reconocida y lo único que desea garantizarse a través de nuestros niños y jóvenes el control total de la población. Es difícil que en el país existan familias sin estudiantes, sea cuál sea su nivel y, por lo tanto, la nueva ley de una u otra manera intervendrá de manera funesta en la vida de 90 por ciento de la población y lo más grave: sin importar su condición política, social, religiosa o económica.
Con esta ley, el cáncer de Miraflores se garantizará en lo inmediato verdaderos instrumentos de coerción y de aplicabilidad en cualquier momento que las cosas no le vayan bien. Quién nos garantiza a los padres, madres o representantes de los niños y jóvenes que no van a ser utilizados como carne de cañón a la hora que al genio revolucionario se le ocurra montar uno de sus melodramas guerreristas.
En el pasado y en el presente los gobiernos totalitarios han utilizado a niños y jóvenes como escudos humanos para detener ataques. Esto lo han logrado a través de la ideologización con la cual les quitan a los infantes y adolescentes sus deseos de vivir y les inculcan las falsas esperanzas de una existencia ideal si ofrecen sus vidas en aras de la revolución de turno, mientras los que las dirigen siguen vivos y dándose la gran vida.
Asimismo tenemos un ejemplo más cercano en el vecino país, donde la guerrilla y los paramilitares utilizan niños y jóvenes adoctrinados para llevar a cabo acciones contra poblaciones indefensas y en la cuales los primeros muertos son precisamente esos escolares que en su inocencia caen en las garras de los falsos líderes que les prometen de todo, menos una vida para vivirla como debe ser.
Para eso sirven las leyes como la que acaba de aprobar la Asamblea Nacional. Sin el menor asomo de duda, podemos afirmar que son instrumentos de dominación que los pueblos se dejan meter sin medir las consecuencias, pues será difícil ver a los hijos, nietos, sobrinos o familiares de los líderes revolucionarios estudiando en escuelas, liceos o universidades públicas venezolanas. La Ley Orgánica de Educación es de exclusiva aplicabilidad al venezolano del pueblo y no para los ricos de nuevo cuño que gracias a la corrupción imperante en esta revolución, podrán enviar a sus hijos a estudiar en el exterior.
Esa es la realidad y la verdadera razón del apuro oficial para poner en vigencia semejante ley. El régimen debe tener noticias que no son muy halagüeñas y por eso se está garantizando, si lo dejamos, la posibilidad de permanecer más tiempo en el poder. Los venezolanos tenemos la palabra y después de ella pasar a la acción.
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