El ogro filantrópico





El gran escritor Octavio Paz, en unos luminosos ensayos de hace más de 40 años, denunciaba el estatismo acaparador y corruptor que caracterizaba a muchos gobiernos de la época, y en particular al mejicano. Transcurridas más de cuatro décadas, algunos gobiernos se empeñan en repetir los mismos errores y algunas sociedades en tolerarlos. Se entrometen en todo y descuidan sus propias competencias específicas, como por ejemplo, el de la seguridad.

En Venezuela estamos viviendo un verdadero calvario al respecto. Cada hora mueren cinco venezolanos de manera violenta. En 10 años son más de 100 mil sacrificados por la violencia. El secuestro y la “vacuna” están presentes con total impunidad. Sólo en Caracas se reportan 300 secuestros exprés por mes. El ciudadano vive atemorizado y encerrado en su casa. La frontera es tierra de nadie usufructuada por la guerrilla, los paramilitares y el narcotráfico. Hacen lo que quieren ante la indiferencia o la complicidad de las autoridades. De hecho, el 20 por ciento de los delitos se vinculan a organismos policiales y los poderes públicos en general se han convertido básicamente en instrumentos de amedrentamiento y persecución política. En todas las encuestas, más del 80 por ciento de los venezolanos identifican la inseguridad como su principal problema y al Gobierno pareciera no importarle. La pregunta obligada es por qué las autoridades y el Estado en general no se ocupan de este problema. Mientras esto sucede, el Gobierno de manera atropellada e inconsulta sigue produciendo leyes y decisiones que violentan la propia Constitución y aceleran los procesos de control social y político de todo el país.

A veces hemos llegado a pensar que la violencia y la inseguridad, si no son propiciadas directamente por el régimen, le convienen a éste, en su afán de prevalecer a todo trance y perpetuarse en el poder a partir del temor y el miedo de la gente.

Todas las dictaduras siempre han asumido la violencia y el miedo como estrategia fundamental de poder.


Ángel Lombardi

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