La República que no se refundó



El país que se proyectó hace una década es distinto al que existe hoy

Yoel Acosta Chirinos sabe que mañana no será cualquier aniversario: se cumplirán 10 años de la sesión inaugural de la Asamblea Nacional Constituyente de 1999. Fue uno de los 122 representantes elegidos en las listas del Polo Patriótico, el bloque de activistas políticos y personalidades que se agruparon bajo el ala de Hugo Chávez y se convirtieron en depositarios de la soberanía popular para cumplir un triple mandato: redactar una nueva Constitución, establecer una democracia social y participativa y reconstruir el Estado.



Hace una década, Acosta Chirinos tenía grandes expectativas. Pero hoy considera que la intención original del proyecto se ha desviado. La orden recibida del pueblo suponía entonces cumplir la ambiciosa promesa de refundar la República, gracias a la cual Chávez se convirtió en un terremoto electoral: implicaba la creación de un modelo democrático de participación e inclusión para las mayorías y el desmontaje de un sistema político carcomido por la corrupción, la deslegitimación institucional, la pobreza y el predominio de la partidocracia.

“Esa era la meta, pero ahora el Presidente quiere llevar el país a un socialismo que no está descrito en la carta magna y que no se debatió en la Constituyente”, afirma Acosta Chirinos, quien fue uno de los comandantes que acompañó a Chávez en el golpe de Estado del 4 de febrero de 1992 y que 7 años después llegó a la Constituyente como jefe político del Movimiento V República, la plataforma que llevó al teniente coronel a la cúspide del Estado en las elecciones de 1998.

Chávez, al asumir la Presidencia, se juramentó sobre la Constitución de 1961, que declaró “moribunda”. Luego, sin esperar, lanzó un decreto para consultar al pueblo su opinión sobre la convocatoria de la Constituyente. Aunque no estaba mencionada en la carta magna vigente, la Corte Suprema de Justicia le abrió las puertas. La operación daba contenido a la premisa de la revolución “pacífica y democrática”.

Hay visiones contrapuestas de lo que significó la Constituyente y el proceso que desató.

Sus detractores señalan que fue la instancia que permitió la concentración de poder en manos del Presidente y la barrida de la institucionalidad, mientras que otros la reinvidican como la fórmula que abrió el cauce de la expresión popular y destruyó un modelo que no era viable.

En la sesión inaugural, celebrada en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela el 3 de agosto de 1999, Luis Miquilena asumió la presidencia de la Asamblea. Con 80 años de edad, se comprometió no sólo por él sino por Chávez: “El pueblo de Venezuela puede estar seguro de que en las manos en las que está el poder soberano de nuestra patria en este momento, en las manos en que está el Poder Ejecutivo en este momento, son las garantías seguras de que vamos hacia adelante en una política de cambios”. Hoy piensa que el jefe del Estado debe renunciar.

Colaboradores

Así como le sucedió a Miquilena y a Acosta Chirinos, otras figuras elegidas para la Asamblea, hoy se encuentran en una acera distinta de la que ocupa Chávez.

Ricardo Combellas mira atrás y sólo observa “una gran frustración”. “La Constitución que recogió en buena medida los anhelos del país de aquel momento ha sido desechada porque el Presidente no se identifica con ella y la viola”.

Hermann Escarrá afirma que los incumplimientos de la carta magna generan una “crisis constitucional”.

Los críticos no se reservan ejemplos

Uno es la no convocatoria del Consejo Federal de Gobierno, una instancia con participación de gobernadores y alcaldes para coordinar las políticas de descentralización de competencias del Poder Nacional. Apenas fue convocado después del golpe de Estado de abril de 2002 y la praxis oficial refuerza, por el contrario, la centralización de facultades que recaían en gobernaciones y alcaldías. Otro ejemplo es la baja efectividad atribuida al Consejo Moral Republicano en la lucha contra la corrupción, un mal que se ha agravado como lo ha reconocido el Presidente.

Hace una semana, se realizó una sesión especial en la AN en la que Chávez e Isaías Rodríguez, quien fue vicepresidente de la Constituyente, defendieron la importancia que tuvo esa instancia.

“Tenemos 10 años de haber elaborado la Constitución y ustedes constituyentes recogieron mayormente el clamor y las opiniones del pueblo que se expresó de mil maneras.

Esta es la carta de navegación, aquí están los grandes objetivos, pero uno pudiera resumirlos: la independencia, la libertad, la igualdad, la Venezuela socialista. El camino: la revolución socialista”, expresó el Presidente. Afirmó que el proceso constituyente aún está vigente y fijó una meta: antes de terminar 2009 no deben existir “leyes inconstitucionales”.

Primer contacto

Escarrá tuvo su primer contacto con el actual jefe del Estado en 1997.

“Fue una reunión que duró desde la primera hora de la mañana hasta la noche en el apartamento donde él vivía en La Boyera”.

Henri Falcón, hoy gobernador de Lara, era alumno de posgrado de Escarrá en la Universidad Católica Andrés Bello y sirvió como enlace. A lo largo de la jornada, el académico le explicó la tesis que ya había plasmado en tres libros publicados: que era posible llamar a elecciones por la Constituyente. Recuerda esa entrevista con decepción. “Tuvimos coincidencias hablamos sobre la pobreza, la corrupción, la deslegitimación de las instituciones y de la necesidad de organizar un nuevo Estado”.

Escarrá fue miembro de la Comisión Presidencial Constituyente que preparó las bases de la convocatoria electoral para la Asamblea en 1999.

Las reglas permitieron la barrida del principio de representación proporcional de las minorías, que hoy también corre peligro con la discusión de la ley electoral.

“Chávez quiso que se impusiera el criterio de las mayorías y me opuse a eso, pero salí derrotado”, dice el constitucionalista. El resultado fue el siguiente: con 66% de los votos el Polo Patriótico obtuvo 95% de los 131 curules.

Se inscribieron 1.167 candidatos y el Presidente, asesorado por Nelson Merentes, aplicó el “Kino Chávez” para concentrar el voto en sus postulados, entre ellos Escarrá.

Claudio Fermín, Allan Brewer Carías, Jorge Olavarría, Virgilio Ávila Vivas, Antonio Di Giampaolo y Alberto Franceschi fueron los únicos elegidos fuera del carril oficial.

“Llegué con 1,3 millones de votos. La dispersión opositora fue una estupidez. Ellos lograron una mayoría aplastante y aunque no les hacía falta, también te aplanaban en la Asamblea”, relata Franceschi.

Combellas, quien también fue miembro de la Comisión Presidencial que definió el estatuto de la elección, admite que entonces estaban presentes rasgos de sectarismo.

“La composición ayudó a crear la sensación de que no había una representatividad suficiente y ello incidió en que finalmente, en la elección de diciembre, se aprobara la Constitución con el voto favorable de menos de la mitad del electorado”.

La abstención, de hecho, fue de 54%, aunque 7 de cada 10 votantes aprobaron el texto.

Franceschi ni siquiera firmó la Constitución. “Ese texto presidencialista, que permitió la reelección de Chávez, es responsable de muchos de los males que vivimos”.

Doble disputa

Acosta Chirinos, transcurrido el tiempo, admite que recibió instrucciones presidenciales de controlar la disciplina partidista en las plenarias.

“Muchos de nosotros éramos ignorantes y no sabíamos cómo actuar y tampoco conocíamos el alcance de lo que pasaba. Chávez me pidió que estuviera pendiente. En las sesiones trataba de sentarme atrás para verlos a todos”.

Escarrá también aporta un detalle: afirma que sus compañeros recibieron llamadas telefónicas de Miraflores en debates o votaciones de vida cruciles: “A mí no me pasó y lo reconozco, pero vi que eso le ocurrió a otros”.

Pero a pesar de hechos como los apuntados, los constituyentes consideran que sería simplista explicar la actuación de la Asamblea como el mero resultado de la conducción teledirigida de Chávez. Hubo representantes que actuaron fuera de la agenda presidencial y eso hoy en día tiene proyecciones: el jefe del Estado no ha ocultado a lo largo de la década su incomodidad con el texto constitucional al que ya quiso reformar en aspectos estructurales hace dos años y que fue enmedado en febrero.

La última queja la hizo hace 9 días cuando afirmó que la burguesía había dejado trampas dentro de la Constitución. “En puntos clave, Chávez logró introducir elementos de arbitraje supremo, pero no hay que olvidar que él no tenía idea de cómo manejar la Asamblea.

Miquilena, que es un republicano de izquierda, la conducía y fue hábil para lograr que su visión quedara expresada”, señala Franceschi sobre una interpretación que no deja de replantearse.

Combellas aporta una visión propia. “Ciertamente hubo El Presidente obtuvo, sin embargo, victorias clave. Una más que simbólica la logró gracias a la actuación de Eliécer Otayza, quien declaró a sus compañeros en “estado general de sospecha”
cuando estuvo en riesgo la posibilidad de que la República se apellidara Bolivariana.

El jefe del Estado impuso, además, la fórmula de la reelección inmediata por seis años que despertó resistencias no sólo por lo prolongado del mandato, sino por el hecho mismo de que permitía la reelección.

“Me opuse en el debate. Luego, en una reunión en el Salón Elíptico del Capitolio, Chávez me mostró el puño en gesto amenazante por mi posición”, dijo Escarrá.

En el proyecto de carta magna que presentó a la Constituyente, el jefe del Estado propuso un Parlamento bicameral.

Cuando éste había sido aceptado, se revirtió la decisión en una votación cerrada. Hoy Franceschi atribuye el vuelco ocurrido dentro de la Asamblea a un cambio de opinión de Chávez, que fue llevado a discusión por Iris Varela.

La existencia de una cámara de senadores era vital para el esquema federal porque garantizaba una representación equilibrada de todos los estados. La fórmula unicameral favorece a las entidades más pobladas porque les ofrece un mayor número de diputados. La cámara del senado suele ser, además, una vitrina para los dirigentes opositores de mayor peso y una instancia donde se “reposan” los proyectos legislativos, lo que impide despacharlos a velocidad expresa.

La segunda vuelta en la elección presidencial, otra propuesta de Chávez, también fue echada a un lado. El sistema evita la imposición inmediata del candidato con la primera mayoría. El proceso que llevó a la derrota de Tabaré Vásquez en Combellas, al igual que Escarrá, también integró la Comisión Presidencial Constitucional que asesoró al jefe del Estado en la presentación del proyecto de carta magna.

“Nos reuníamos con Chávez y aceptaba las propuestas. No puedo decir que haya notado algo, salvo que alguna vez, sin que nadie se lo preguntara, dijo que no era marxista. Hoy sólo puedo decir que tiene gran capacidad para el disimulo”.

La transitoriedad

En su instalación la Constituyente se declaró originaria y, por tanto, un poder más allá de la Constitución de 1961. Apenas horas después dictó el Decreto de Reorganización de los Poderes Públicos que fue denunciado por constituyentes como Allan Brewer Carías, como un “golpe de Estado”.

En diciembre de 1999 la Asamblea produjo otro decreto, esta vez para declarar a los Poderes Públicos en régimen de transición. Sus miembros -magistrados del TSJ, así como el Fiscal y el Contralor General, por ejemplo- se eligieron por procedimientos distintos a los establecidos en la Constitución que acababa de ser aprobada por una elección popular dolorosa, marcada por los deslaves de Vargas.

Se invocó un principio sobre el cual hubo cuestionamiento: la “supraconstitucionalidad”. Además se disolvió el viejo Congreso de la República y se sustituyó por el llamado Congresillo. A éste fueron incorporadas personalidades de la sociedad civil. “No tenían representatividad alguna porque no fueron electos por el voto popular”, recuerda Combellas. La mayoría de las críticas apuntaban que las disposiciones finales de la nueva Constitución pudieron regular el régimen de transición.

Aún hay quienes piensan que las instituciones no son independientes desde entonces.

De momento nadie habla de una nueva Asamblea Nacional Constituyente. Una generación completa aprendió la lección de lo bueno, lo malo y lo feo de lo que esa instancia representó para el país.

DAVID GONZÁLEZ
dgonzalez@el-nacional.com
El Nacional




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