Por fin, triunfó la revolución
La igualdad de todos los venezolanos que no pudo lograr Hugo Chávez con todos sus inventos revolucionarios: la ruta de las empanadas, los cultivos organopónicos, los gallineros verticales y toda una serie de planes, fracasados en su totalidad. Sus acusaciones contra el imperio norteamericano, las expropiaciones de fincas productivas y de empresas en pleno desarrollo para llevarlas a la quiebra, los insultos a cuanto dignatario internacional o sus propios conciudadanos que se atreven a criticarle sus políticas, lo logró de un solo guamazo, el colapso del servicio eléctrico.
El ansiado paralelismo del pueblo, ni siquiera sus corifeos de las cúpulas revolucionarias comulgaban con esa tesis pues, apenas se hicieron del poder, les salieron a flote sus manías pequeñoburguesas para convertirse en una especie de los nuevos amos del valle con grandes riquezas surgidas de la noche a la mañana, gracias al tráfico de influencia y a la corrupción generalizada en que se ha convertido la revolución.
El discurso chavista según el cual ser rico es malo y todos tenemos que ser iguales, solamente era una expresión verbal del caporal de la montonera revolucionaria que quiere convertir en pobres a la mayoría de los venezolanos, igualándonos, pero de arriba hacia abajo, de lo cual se escapan él, sus familiares de Barinas, sus compadres, sus jefes militares afectos a su locura y los miembros de su partido que le son incondicionales.
Pero volvamos al tema. Luego de 11 años de intento fallido en medio del más grande desastre administrativo que recuerde la historia republicana de esta patria, el tipo logró, "sin querer queriendo", igualar a todo el mundo en Venezuela gracias a la ineptitud e ineficacia de su gobierno en las labores obligatorias de mantenimiento de las instalaciones generadoras de electricidad, así como la realización de las inversiones necesarias para aumentar la capacidad productora de energía.
Sí señor, por fin todos somos iguales, porque de los apagones y de sus consecuencias no se salvan ni pobres ni ricos. Igualito se va la luz en las urbanizaciones de los ricos, de la clase media como en las barriadas y en los cordones de miseria que existen en Venezuela. Los equipos que se dañan y la pérdida de alimentos es pareja
Por eso, gritemos a coro: ¡Que viva la revolución!... ¡Ahora todos somos iguales!... ¡Que viva el colapso eléctrico!
Emiro Albornoz
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