El país de la doble moral



Por: Danilo Acosta
Quien afirme que en Venezuela carecemos de moral, está totalmente equivocado. En el país no solamente tenemos una moral, sino que tenemos dos, especialmente entre quienes están en las altas esferas del Gobierno y en otros, menos encumbrados, pero que se aprovechan de esa dualidad en cuanto a la decencia se refiere.

Se tiene doble moral cuando al venezolano de a pie se le exigen sacrificios, mientras que los que no sufren por la inseguridad; por la salud; por la falta de viviendas dignas; por una educación plural y libre y por una buena alimentación, aseguran que en el país no sucede nada y que todo es obra de los malintencionados medios de comunicación que exageran y mienten al referirse a la crisis política, social y económica que nos afecta a la mayoría.

Se tiene doble moral cuando por un lado se llama con vehemencia a los hombres y mujeres de Venezuela a prepararse para una guerra con Colombia, y más tarde se asegura que esa no fue la intención de las palabras sino que, como siempre, los medios se encargaron de tergiversar el asunto. A eso hay que agregar que en una tercera intervención se arremete verbalmente contra los mandatarios de otros países y se dinamitan puentes o pasos peatonales en una clara intención de provocar un conflicto internacional.

También se incurre en una dicotomía del discurso moral cuando se le pide a los venezolanos convertirse casi en anacoretas prescindiendo de los lujos más elementales, mientras todos los del alto gobierno se pasean por el mundo derrochando las riquezas que por justicia deberían ser repartidas equitativamente entre todos los venezolanos.

Así discurre la vida entre la inmensa mayoría de los que vivimos en Venezuela. Los que no estamos con la revolución debemos hacer los imposible por ahorrar los recursos del país, para que los si comulgan con el régimen tengan para gastar a manos llenas en cuanto se le antoje.

El doble discurso de moralidad que mantiene el Gobierno incluye racionamiento de la energía eléctrica y del agua, dos de los servicios públicos en evidente colapso, mientras que en las casas de los más conspicuos representantes de la revolución todo es derroche y felicidad.

Hasta la justicia venezolana tiene una doble moral. Mientras en la cárcel ven pasar el tiempo sin sentencia personas como el periodista Gustavo Azócar y el comisario José Sánchez, a Lina Ron, quien pretendió tomar a la fuerza el canal de noticias Globovisión, y al comisario de la DISIP que quiso sembrar elementos subversivos para incriminar a la Policía Regional, les dieron la libertad incondicional y ni siquiera se les amonestó por sus acciones.

Así están las cosas en Venezuela. Nadie puede decir o afirmar que la moral desapareció del léxico de los venezolanos porque tenemos dos, una que se le exige a la mayoría de acuerdo con los intereses del Gobierno y otra que practica la minoría a la cual no le importa lo que se diga dentro o fuera de nuestras fronteras.

Además, el gobierno revolucionario que nos controla hasta en los más mínimos detalles, se da el lujo de tener una doble moral y un doble discurso para tratar de justificar la escasez de los alimentos que hasta hace 10 años producíamos en Venezuela hasta para exportar. Los genios de esta administración aseguran que los empresarios son los culpables del desabastecimiento pero todo el mundo sabe que es el régimen el que se ha empeñado en acabar con la empresa privada para importar desde los países chulos como Cuba, hasta delincuentes que acaban con la paz de los que vivimos dentro de nuestras fronteras.

Y para rematar, este Gobierno y quien lo dirige están tan empeñados en parecerse y hasta superar todo lo hecho por Simón Bolívar, que con esto de la doble moral están a punto de acabar con uno de los pensamientos más grandes y nobles de El Libertador.

En efecto, el célebre “Moral y luces son nuestras primeras necesidades” se está quedando corto ante las apetencias del régimen. Ahora no tenemos una moral, tenemos dos, pero para ello hemos tenido que pagar un alto precio, pues las luces ya no son una necesidad, sino más bien un lujo y por ello pueblos y ciudades de Venezuela viven en la oscuridad, aunque sabemos que a las que se refería Bolívar eran las luces del saber que ahora se les niegan a los estudiantes venezolanos gracias a una Ley Orgánica de Educación castrante e ideologizante.


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