Las confiscaciones petroleras



La Costa Oriental del Lago está en ruina, así sencillamente expresado. La confiscación de la industria privada que satelitalmente se movía alrededor de PDVSA, en cuestión de horas y en impecable asalto militar que enloda la historia de nuestro Ejército libertador, Chávez se apropió de la fuente de subsistencia de la zona para entregarla a la matriz petrolera, que en franco deterioro no se soporta económicamente a sí misma; igual pasará con lo confiscado.

El efecto dominó es instantáneo. Tomadas las contratistas petroleras todo el movimiento económico se destroza. Bancos, industria metalúrgica, ferretera y proveedores en general, que ya soportaban la mora por el no pago de PDVSA, se hundirán. Los trabajadores, que inicialmente cantan aleluyas, sabrán en corto plazo cómo la precariedad y la retaliación les cercenarán sus derechos.

La ley que autorizó tal desmán es un asesinato constitucional, es un fraude constitucional; pero la quietud y conformidad aparentes de los directamente afectados despierta graves sospechas. Se vistieron de rojo para coquetear y “colaborar”, creyendo que serían intocables. Vendieron el alma al diablo y hoy pagan las consecuencias. Disfrutarán los dólares que sacaron del país.

La triste realidad nos enseña cuán contradictoria es la conducta humana y cómo la perversidad puede vencer la cordura. Hoy es la industria petrolera, ahora vendrá por las fincas, bancos, compañías de seguros, etcétera. Quienes no leen historia breve no palpan que es el mismo esquema stalinista, y aun más cerca el castrista, o lo que Allende comenzó en Chile.

El odio social está cosechando un aparente triunfo que sólo la solidaridad puede frenar y contrarrestar. Los aún dormidos y que esperan milagritos no tienen oportunidades. Sólo los valientes y decididos pueden salvar lo que va quedando de país.


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