Confiscaciones



- Alberto Pineda -
Nada está a salvo. Bastó un viaje a Argentina; vimos saludos y discursos palaciegos, las sonrisas propias de la hipocresía de mandatarios del mismo pelo, un banquete para halagar la ignorancia de quienes han tenido la oportunidad de usufructuar y gozar las mieles del poder, que les facilita el momento de degustar una mesa de exquisiteces propias de oligarcas ricachones, brindar con los mejores vinos de la provincia de Mendoza y cobijarse del frío glaciar en la suite real estrenada por quien en una ocasión lo mandara a callar. Ironías del poder. ¿De qué sirvió todo eso? De nada. Siempre les confiscó sus industrias del acero, las que pagará a su manera. ¿Qué dijo la anfitriona? “Gestionaré un buen trato y un pago justo.

Ha sido un acto de soberanía”. Era tarde. Fueron sorprendidos; ya ella tenía en su bolso la promesa de compra de nuevos bonos chatarra argentinos, los que acostumbra a adquirir el teniente coronel sin exigir garantías, para eso está PDVSA, la ex gallina de los huevos de oro, que no tiene cómo pagar los cesta tiques de sus trabajadores. Así paga el diablo.

A las contratistas petroleras les cayó encima y les quitó todo. “Esos oligarcas pitiyanquis querían continuar exprimiendo nuestra industria. Ni un dólar más para ellos, ahora todo es nuestro”. Confiscó desvelos y esfuerzos de más de 30 años de luchar por el crecimiento del país y, como es lógico, por sus inversiones, porque eso es lo que se hace en un país donde se respeta la ley y la libertad de empresa. Ahora en Venezuela eso es un delito, decretado por la mente calenturienta de quien se cree ser el alter ego del Libertador.

Se apoderó de lo más significativo para un ser humano, su propósito de ser útil. Lanchas y remolcadores son una circunstancia. La grandeza constructiva es lo permanente y eso no tiene precio. Apela al insulto cuando siente que le laten en la cueva y su mentira y cinismo lo desnudan. Su objetivo, la figura fresca y recia de la rectora de la UCV, Cecilia García Arocha, quien con sus buenos ovarios y mucho nivel colocó en el rincón de las miserias a un tal ministro Luis Acuña, quien sin méritos ejecutó el guión para descalificar el reclamo de la universidad venezolana. La revolución de las miserias continúa cavando su tumba.



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