Choque de Trenes


Se profundizó en el país la confrontación entre dos formas que son diametralmente opuestas en su idea de la política, la sociedad y el individuo. Estamos en pleno desarrollo de un choque entre el tren de la libertad que nos engrandece como humanos y el tren de la tiranía que en nombre de la patria nos disminuye a cosas.

Entre la igualdad para todos sin importar la heterogeneidad del pensamiento y la igualdad sólo para los uniformados del régimen. Entre la diversidad reconocedora de nuestras diferencias y la unanimidad que anula al individuo, sumergiéndolo en masas sin autonomía de pensamiento. Entre la persuasión que convence con la palabra y la fuerza que se impone con violencia. Entre la tolerancia que reconoce a los otros y la intolerancia llena de odio por quienes no piensen iguales.

Entre la expresión del pensamiento libre y el encarcelamiento de la conciencia. Entre una justicia para todos y una hoguera inquisitorial que persigue a los talantes disidentes del régimen. Entre la voluntad y la corresponsabilidad del pueblo en escoger soberanamente el camino de su destino y el atrevimiento ególatra de un solo individuo hambriento de poder. Entre la construcción de la armonía sustentada en la conciliación de valores diversos y la confrontación entre hermanos avivada por un verbo apologista de la violencia y la muerte.

Entre el imperio de las leyes y el imperio del autócrata. Entre el poder del pueblo representado en muchos y el arrojo unilateral de uno solo que se asume soberano por encima de la voluntad popular. Entre la afabilidad de un régimen civilista que nos hace ciudadanos y la bestia inmunda del militarismo que nos convierte en focas con rango de soldados raso.

Entre el culto a la libertad y el culto a la personalidad. Entre la evolución de un reino de libertades y el retorno al infame caudillismo decimonónico. Estamos en presencia de una lucha por la supervivencia de la democracia, contra la pretensión psicópata de instalar un régimen totalitario que se haga dueño del alma nacional y verdugo de nuestras vidas.



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