Contigo pan y cebolla



Eugenio Montoro


Ya es poco frecuente escuchar el “contigo pan y cebolla” y la mayoría de los jóvenes ignoran su significado, así que nos animamos a comentarlo.

Desde el principio de los tiempos el pan fue el acompañante tradicional de las comidas o, inclusive, hasta su envase. Por su parte la cebolla es también un alimento conocido desde los años “catapún” y generalmente ha estado asociada con la comida de las personas pobres. Así las cosas la combinación del pan con cebolla es sinónimo de la estrechez material más intensa, no solo en la comida sino en todo lo que se requiere para vivir.

A pesar de su evidente inutilidad durante el cortejo a una dama, la expresión vino a ser una muestra de que el amor apasionado entre las parejas, si era del bueno, no necesitaba de mayores de lujos. Pero las cosas también tenían sus matices. Usted, loco de amor por Matilde, le escribía poemas y todas las semanas le llevaba una romántica serenata a dos voces, una guitarra y un cuatro.

Matilde temblaba al verlo y no dormía bien desde que le dijo que si quería ser su novia. Pero la madre de Matilde, buscando lo mejor para su hija, no gustaba del “relajito” de su hija con usted (pedazo de limpio estudiante) y recibía con mucho cariño a Tomasito, hijo de una buena amiga, quien ya tenía trabajo y carro y andaba buscando una mujer para casarse. Usted se enteró del asunto pero Matilde le juraba su amor y que Tomasito solo era un amigo de la casa.

Cuántas Matildes se casaron con sus amorosos novios y cuántas otras con los Tomasitos??. Lo que si se conoce es que el amor que aturde y enloquece, ese amor intenso que nos hace segregar todas las hormonas, se enfrentará, sin duda, a la realidad del entorno social y lo del “pan y cebolla” será puesto a duras pruebas. A veces el trabajo alegre y conjunto de las parejas hace que manejen con éxito las dificultades, pero también, en muchos casos, se rendirán, preferirán buscar otros caminos y se separarán.

En cierta forma Venezuela se enamoró de Chávez. Representaba un cambio y, de buena gana, la mayoría le apoyaba. Pero poco duró el idilio. Sus aparatosas decisiones cambiando tradiciones y valores, hicieron surgir las manifestaciones y marchas más grandes en la historia del País.

Capeando el temporal con el apoyo de Castro logró ganar tiempo para implantar varios programas sociales que le fueron recuperando simpatía. Pero, principalmente, fue la casualidad de un aumento asombroso de los precios del petróleo lo que le ayudó a enfriar lo interno y a ejecutar las frustraciones de Fidel en lo externo.
El pan y cebolla se convirtió de pronto en el mayor despilfarro conocido y mediante un gasto público enorme pasamos a sentir una bonanza colectiva que prometía felices años de matrimonio.

Pero cuando todo parecía que iba bien, los precios del petróleo cayeron con una brutalidad impensable. De pronto empezamos a ser pobres de nuevo.

Los últimos capítulos de esta novela se están escribiendo. Si el amor colectivo a Chávez no se deteriora por la falta de dinero y sus seguidores siguen felices con su proyecto socialista-comunista pues así será. Si por el contrario la pelazón colectiva es insoportable y la inflación sigue indetenible no sería de extrañar que la joven Venezuela mande largo al carajo a su archi palabrero Presidente. Tambores de misterio se escuchan. La mitad del País no quiere a Chávez desde hace rato y ahora la mitad que si lo quería va a empezar a comer cebolla. Por su parte los militares entrenados en contar cañones para saber quién gana la batalla sin lanzar un tiro, también contarán la cantidad de gente que habrá en cada bando. Lo único distinto es que esta vez cuando Chávez empiece a llorar podrá culpar, con justicia, a las cebollas.

montoroe@yahoo.es

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