El hormiguero



Eugenio Montoro


La mayoría de los distintos tipos de hormigas viven en colonias bastante bien organizadas. Cada quien tiene su función y a través del trabajo conjunto logran suficiente recolección de alimentos, protección contra enemigos y tener una especie de ciudad llamada el hormiguero. Generalmente son pequeños aunque uno de los más numerosos fue encontrado en Japón y se calculó que su población era cercana a los 500 millones de hormigas.

Cuando se escucha a los líderes comunistas hablar de una nueva sociedad sin diferencias sociales, en donde todos aportemos bienestar con nuestro trabajo y donde el dinero, reflejo del capitalismo, no exista, no podemos de dejar de pensar en los hormigueros. En efecto allí las cosas funcionan bien y nadie está pensando en tener más cuevas que los otros o más alimento almacenado.

El resultado es que todas las hormigas comen y tienen casa. Comunismo puro se diría. Y vale la pregunta de porqué no podríamos vivir así. Ellas son la prueba de que las ideas comunistas si funcionan.

Evidentemente hay diferencias entre las hormigas y los humanos pero todas surgen de una principal. Los humanos tienen la posibilidad de elegir. Algunos llaman a esto el libre albedrío y veamos como funciona con un inventado ejemplo. Las hormigas exploran su entorno y si alguna encuentra una chicharra muerta avisa a otras hormigas y en poco tiempo empieza un trabajo frenético colectivo para llevar a la “inmensa” chicharra al hormiguero. El libre albedrío consistiría en que una o varias hormigas decidiesen no participar en empujar la chicharra sino que le arrancasen una pata y se la fueran a comer y a descansar en un sitio fresco y bonito.
El comunismo no funciona por la misma razón.

Hay personas que deciden no trabajar y vivir una vida de contemplación y otros quieren tener tres casas, cinco carros, viajar por el mundo y para ello deciden trabajar mucho y crear cosas que les sirvan a los otros, venderlas y ganar dinero. Los sistemas comunistas tratan de aplacar a esta gente rara que rompe la tranquilidad del sistema y el resultado es la formación de Países insípidos donde el libre albedrío se reprime y con él la libertad individual. Sin libre albedrío la creatividad social es raquítica y la producción de bienes y servicios muy débil.

Los Estados comunistas toman control de las empresas con el cuento de la justicia social y empiezan a vender los productos y servicios con pocas o ninguna ganancia.

En corto tiempo las empresas no tienen recursos para crecer ni mantenerse. Estos Estados Empresarios caen en una espiral de pobreza que luego sufrirán las personas.

No contentos con tratar de embarcar a sus paisanos en una vaina que no sirve, Chávez y sus asociados se empeñan en exportar las ideas de su paraíso a otros Países. Pero lo cierto es que el socialismo XXI es solo pobreza sin libertad y pasará a la historia como otra de las grandes estupideces humanas.

Los comunistas creen que las Naciones son como hormigueros o “masas” que son más importantes que el ciudadano. Nunca será así. Cada ciudadano es único e irrepetible.

Un prodigio de la creación con aspiraciones que sobrepasan el comer y tener un techo. Esa indómita y enorme fortaleza individual, que se resiste a ser manada, choca de frente con las ideas comunistas y por ello esos Estados absurdos tienen que volverse grandes máquinas de control. Chávez piensa que con regalos de azúcar nos convertirá en un dócil hormiguero. Si Luís. Ya solo le quedan algunas hormigas atarantadas a su alrededor. El resto es el bravo pueblo que espera la hora correcta.

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