La caída



Eugenio Montoro

Hernán Cortés es conocido como el conquistador de México. Cortés tenía una finca en lo que hoy es República Dominicana y por líos de faldas se enemistó con las autoridades locales. Por una liga de su ambición personal y de las ganas que tenían de salir de él, vino a capitanear una pequeña flota para explorar Yucatán. Allí encontró algunos marinos españoles que habían naufragado hacía años y ya dominaban la lengua maya que le servirían para comunicarse. Hundió (no quemó) sus barcos para que no se los robaran y luego poder usarlos. Encontró resistencia y los mayas le atacaron. No eran ataques muy largos, pues cuando sonaba un cañonazo los “indios” desaparecían. Pero ocurrió un sorprendente evento que cambiaría la historia. Cortés llevaba unos veinte caballos en su ejército y ese día decidieron sacarlos para combatir a lo mayas. Estos se aterrorizaron al ver por vez primera unos bichos raros “pegados” a un humano que hacían ruidos terribles y corrían como ciervos. No hubo más combates. Los lugareños aceptaron la llegada prometida de los dioses y Cortés y su gente entraron al poco tiempo, con grandes honores, a la ciudad imperio del pueblo más poderoso: los aztecas.

La llegada de los “dioses” contentó mucho pues esperaban que todo mejorara, pero las cosas fueron al revés. Los españoles se robaban cuanta cosa les parecía buena, especialmente el oro, se pegaban unas parrandas tremendas y daban órdenes estúpidas y arbitrarias. Los aztecas empezaron a calentarse y llegó el día en que se pusieron de acuerdo y sacaron a Cortés y a sus soldados a patadas, los persiguieron y casi los matan a todos.

Si es verdad que la historia se repite, lo anterior es una buena pista de lo que va a pasar en Venezuela. También aquí apareció un “dios” revolucionario que nos vengaría de antiguos desmanes y nos llevaría a la prosperidad. Después de diez años de gobierno, de hablar extensamente todas las semanas y encadenarse cada vez que llega un ruso o inaugura una planta de palillos, los resultados están a la vista.
Al igual que Cortés, Chávez y su gente han actuado al margen de la legalidad. Si la constitución dice “hay que comer mondongo”, Chávez propone cambiarla por “hay que comer cucarachas”. Hace un referéndum para modificar la constitución, se le dice que no queremos ese cambio asqueroso y a los pocos meses saca un decreto ordenándonos comer cucarachas. Esta falta de respeto al pueblo se le cobrará pronto. De igual forma propuso establecer el “socialismo” y también se le dijo que no. Pues ni bola le paró al asunto y no hay acto que no termine con esa infinita cursilería del “patria, socialismo o muerte”.

Al igual que Cortés, Chávez y su pandilla han manejado los dineros de la Nación como propios. Es difícil estimar cuanto se ha mal usado o robado ya que nadie rinde cuentas, pero que a escondidas se regaló mucha plata no autorizada, de eso no hay duda. No lo decimos nosotros lo dice el “traidor” Antonini.

A diferencia de Cortés que trató de mantener el buen vivir azteca, Chávez ha destruido casi todo. Los hospitales dan asco. La vialidad destruida. No hay suficiente electricidad ni agua potable. Los inversionistas se fueron y todo tiene ahora ese toque de idiotez rojiza que prefiere a la lealtad que al talento.
Al igual que Cortés, Chávez saldrá a patadas de Venezuela. Ya inventó unos Vicepresidentes regionales para que le protejan las nalgas de la paliza electoral que se avecina. Pero ese es solo el primer paso de la caída. Él lo sabe, nosotros lo sabemos y ellos lo saben.

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