Sobre la intolerancia
Todos los filósofos y maestros espirituales han elucubrado sobre la tolerancia, considerándose como el respeto hacia las opiniones y prácticas de los demás. También como el ejercicio de una virtud.
La libertad y el pluralismo democrático necesariamente están asociados a la tolerancia. Baruch Spinoza, filósofo holandés, defiende un Estado libre en el que las opiniones puedan confrontarse en libertad y sin sectarismo, puesto que las Escrituras Sagradas no enseñan dogmas especulativos, sino que se limitan a ofrecer una enseñanza moral. Ser tolerantes abre las puertas al entendimiento y el diálogo que mantienen cerrado todo pensamiento estrecho y único.
Al comienzo, en los tiempos del absolutismo y la dictadura de la Iglesia, la tolerancia era concebida más bien como una condescendencia con un error criminal.
Aparece desde un principio dentro del ámbito del liberalismo, con la situación religiosa de luchas entre las nuevas Iglesias que se producen en el Renacimiento: la coexistencia entre religiones.
John Locke, filósofo inglés de la corriente empirista, pensaba que la intolerancia no tenía justificación alguna, puesto que cada uno tiene derecho a crecer y seguir en la religión que su conciencia le hacía inclinarse, habida cuenta de que el único criterio de verdad religioso es la sinceridad y la tolerancia con las que un miembro de una Iglesia practica su religión.
Voltaire, en Francia, se une a esas voces defensoras de la tolerancia, debido a la falibilidad humana que nos inclina frecuentemente a cometer errores permaneciendo en muy buena medida equivocados y de espaldas a la verdad absoluta, de donde se deriva el derecho a reconocer la pluralidad de opiniones.
Por lo señalado, se comprende que la intolerancia es un error y que cualquier coerción religiosa del pasado, así como política del presente, son actitudes inadecuadas que afectan las libertades individuales. “Sólo cultivan con éxito las ciencias, quienes tienen un juicio libre y excento de prejuicios". (Spinosa. Tratado Teológico-Político.)
Toda persona o régimen intolerante, de sobremanera las neo-dictaduras de pensamiento único, no son otra cosa que personalismos autoritarios enemigos de las libertades democráticas. Quienes defiendan o estén de acuerdo con regímenes de tal naturaleza, no sólo no son demócratas, sino que en su fuero interno llevan agazapado un dictador autoritarista en potencia, o resentimientos y complejos de inferioridad a granel. De eso se trata.
Kaled Yorde
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