Todo lo que se ha perdido en Venezuela




"Uno siente escalofríos al pensar todo lo que se ha perdido en Venezuela". Esta frase me la dijo ayer una persona muy querida, y la que sintió escalofríos fui yo cuando la oí. Deben ser los escalofríos que acompañan la conciencia de la pérdida del patrimonio intangible que hacen las sociedades, desde caminar tranquilo en la calle, pasando por ir a un mercado que tenga de todo y uno poderlo comprar, hasta obras de gran envergadura de un país petrolero, mejor alimentación, un Lago sin contaminación, universidades con recursos, liceos con buenos y reconocidos profesores, confianza en el vecino, credibilidad en los sistemas policiales, hospitales que atendían pacientes en forma diligente y que contaban con recursos, becas para estudios superiores y muchas otras cosas que ya no existen.

Variedad, calidad y oportunidad son parte de lo perdido en este país. Es una sensación de que antes éramos otro país. Y no es que antes fuésemos un país rico y bien gobernado. No es que antes fuéramos felices todos. No es que antes el país funcionara para todos. El problema es que ahora sí es verdad que no funciona para casi nadie. El problema es que Venezuela se está destruyendo no por la inflación, el subempleo y la carestía. Se está destruyendo en la medida en que explotan sus instituciones. Y es eso lo que produce una sensación aterradora.

Por un lado, parece que las capacidades y experiencias ya no son parte de lo que se debe tener para manejar fondos públicos, y por otro lado, nos queda claro a estas alturas que las reglas del juego ahora son otras, o pretenden serlo. Ahora Venezuela está secuestrada por esa lógica mafiosa que no nos es desconocida, ni mucho menos, pero que siempre tuvo que convivir con una tendencia institucionalista que también permitía querer un país con problemas pero que prometía, y que fue receptor de muchos que veían mejores condiciones y posibilidades aquí. Ahora sólo existe la lógica malandra y mafiosa de la discrecionalidad, porque esa es la lógica que acompaña preferentemente los regímenes autoritarios con democracias de fondo.

Por eso, las instituciones en Venezuela ahora dependen más que nunca de sus jefes y serán buenas, malas o regulares, dependiendo que tan malo o bueno sea el jefe. Los venezolanos más jóvenes, quizás crean que este pandemonium de país siempre fue así. Si les presentáramos, por ejemplo, el país de Raúl Leoni, seguro pensarían que ese no es el de ellos. Ellos sólo han visto el país de las grandes vallas publicitarias, sin proyectos para los venezolanos.

Natalia B. Sánchez A / Socióloga

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