Rebullones rojos




La primera puesta en escena de los rebullones rojos estuvo signada por el derrame de sangre inocente y por el atentado a las instituciones democráticas. Aquel 4 de febrero, cuando amanecimos de golpe, el país conoció de manera intempestiva y violenta la carga de desgracia que traían en su vuelo estas aves de mal agüero. El rebullón mayor, con cánticos de añeja ideología, como falso evangelista, sacó ganancias de la fe de los venezolanos que en tiempos de crisis siempre hemos apostado por un salvador. Se hizo de “gran líder” manipulando la ilusión y las necesidades de un pueblo ingenuo, deseoso de tiempos mejores.

El “excremento del diablo” sirvió para financiar una borrachera colectiva y un espejismo de prosperidad, mientras los rebullones rojos despedazaban el tejido social, político y económico de la patria.

El talante destructor de estos pájaros de fatales presagios ha hecho del infortunio la cotidianidad de los venezolanos. Después de una década bajo la corrompida sombra rebullona, estamos entre los primeros lugares de las naciones que ostentan las cifras de la infelicidad sin que este gobierno diga "esta boca es mía". El alto desempleo, la ascendente inflación, mínima producción, escasez de alimentos básicos, decrecimiento económico, reaparición de las enfermedades de la pobreza, los cortes eléctricos, las expropiaciones -de las que no se salvan ni los muertos-, el hampa, que anda con el moño suelto; los secuestros de divisas y de personas junto a los ríos de sangre derramada por la que se va la vida de miles de jóvenes y un sinfín de calamidades más, conceden la razón a nuestras abuelas, que, al escuchar el graznido rebullónico del "por ahora", se apresuraron a persignarse.

Con este cuadro desesperanzador es inconcebible que exista algún ser que en relación a las parlamentarias pueda definirse como "Ni-Ni", o sea, que NI lava NI presta la batea. Salir de este infierno que aún no toca fondo (puede ser peor) requiere de todos. Ganar la Asamblea Nacional significa exorcizar a la patria de estas avecillas malignas. Sólo el voto puede salvarnos, santiguarse no es suficiente.


Tomado del Diario La Verdad

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