Manual para dictadores
Un interesante libro conseguí hace unas semanas en Washington y lo leo con devoción y esmerada atención porque trae referencias históricas de los regímenes crueles en el mundo. El autor André de Guillaume escribe con tal naturalidad y humor, que el lector no sabe si reírse o llorar por las realidades allí descritas. El título no puede ser más elocuente: How to rule the world. A handbook for the aspiring dictator (¿Cómo gobernar el mundo. Un manual para los aspirantes a dictadores).
Entre las diez cosas cotidianas que los déspotas pueden hacer y que no pueden hacerse en una democracia, el autor cita el cierre de las televisoras o periódicos, el negarse a pagar las deudas, hacer estampar su rostro en medios, cambiar el clima o las horas del país (pág. 13) Al referirse al gobierno de los países, el autor recomienda a los aspirantes a dictadores cambiar el nombre de las principales ciudades, cambiar la bandera nacional y cambiar el nombre del país (pág. 59 y 60) . A los efectos de demostrar una actuación acorde con la imagen del déspota, se recomienda al líder insistir en que todo el mundo le obedezca, mencionar siempre las figuras históricas ("Estoy seguro que Churchill estaría de acuerdo conmigo en que…") y gesticular y ser muy enfático en las apariciones públicas.
El aspirante a dictador debe tener a su disposición una amplia gama de facilidades de infraestructuras durante el ejercicio de su Gobierno. Y allí se incluye un majestuoso palacio, dos aviones privados a su disposición y un importante número de sirvientes y adulantes (pág. 64) y un grupo de empleados y burócratas que se caractericen por su carencia de talento (pág. 65)
Según el autor, para los déspotas modernos, los temas legales no deben ser de preocupación, por la sencilla razón que él asume e interpreta las leyes a su manera o sencillamente las hace e impone a su real saber y conveniencia. Por eso en el diccionario del dictador, una ley es sencillamente un instrumento para que las cosas sean como le convengan y esto se manifesta o concreta de manera escrita o verbal. En este mismo sentido, el congreso no es más que un grupo pagado de admiradores que están de acuerdo con los designios del dictador y lo aplauden con frecuencia frente a las cámaras de televisión (pág. 68).
Comparto con ustedes estas lecturas y experiencias y ojalá no conozcamos de casualidades o coincidencias.
Luis Homes Jiménez /Abogado
cortesia del diario La Verdad
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