Goliat y David
Desde las estatizaciones del hierro y del petróleo, fruto de las ganancias fortuitas que produjo la subida del precio del petróleo en 1973, el país, bajo un estado hegemónico, ha perdido por 35 años, su horizonte y rumbo.
Los resultados no mienten, los cientos de miles de millones de dólares de ingresos petroleros no han ayudado a diversificar la economía, a crecer sin inflación, a mantener el pleno empleo, a reducir la pobreza, a acelerar la movilidad social, a mejorar la infraestructura pública y a dotar adecuadamente a escuelas y hospitales de profesionales e infraestructura.
No es casual que durante 1974-2009 el crecimiento económico real promedio sólo alcanzase dos por ciento, la inflación sobrepasase 16 por ciento, el desempleo se colocase por encima del 12 por ciento, el endeudamiento creciese al 30 porciento del producto interno bruto, la moneda se devaluase de Bs. 4.3/$ a 2,150/$, el venezolano se hiciese más pobre, decreciese la clase media de 36 por ciento a 15 porciento, el gasto público abandonara la inversión productiva para despilfarrarse en una burocracia pública que supera los dos millones y medio, la economía se hiciese más dependiente del petróleo y PDVSA, altamente politizada, haya destruido producción y exportaciones.
En la última década el monstruo ha continuado su paso destructor, expropiando fincas y hatos ganaderos, plantas de cemento, acero y alimentos, estaciones de radio y TV, ha profundizado los controles sobre el sector productivo con el resultado de que hoy para alimentarnos importamos rubros fácilmente producibles en el país.
Los poderes públicos y las instituciones se han envilecido y han cedido su independencia en aras de un gobierno fundamentado en la creencia de que el individuo tiene que estar al servicio del Estado.
Las nuevas leyes estatizantes y criminalizadoras de protestas terminarán eliminando al individuo, a no ser que para sobrevivir, David, el pueblo, decida enfrentar y aniquilar a Goliat, el todopoderoso.
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