¿Caerá el puente?



La experiencia que almacena la memoria induce a pensar que los días del puente sobre el lago están contados. Al margen de su vetustez, hace algún tiempo la antípoda de Midas, rey mitológico que convertía en oro todo lo que tocaba, decidió ponerle la mano para transformarlo en un servidor precario, como ha sucedido con casi todo lo que el gobierno ha centralizado y expropiado –sino vean el cúmulo de fincas abandonadas por sus adjudicatarios y por el propio gobierno, cuando antes las mismas constituían unidades productivas. Entonces, ¿será una excepción el destino de nuestro puente?

Mientras pudiera producirse su desplome definitivo, tal como sucedió con el viaducto de la carretera Caracas-La Guaira, al racionamiento de agua y de electricidad que ha satanizado la existencia en Maracaibo ahora se le agrega una maldición adicional: la restricción del paso sobre el puente sobre el lago. Si es que el susodicho llega a caer, paralelamente a la sanción del decreto de emergencia que permitirá designar a dedo los beneficiarios de un nuevo guiso, se nos habrá sentenciado a vivir por mucho tiempo más cerca de Colombia que de Cabimas.

Aunque hayamos perdido la capacidad de asombro por los dislates que comete el ejecutivo nacional, todavía resulta increíble, e inexcusable, que la vía alterna al puente sobre el lago no se haya construido en once años de gobierno; ésto en profundo contraste con el oriente del país, donde sobre el Orinoco se han levantado hasta dos obras similares.

Sediento, caluroso y potencialmente aislado luce nuestro futuro inmediato. ¡¿Qué decir del silencio que guarda la bancada zuliana de diputados chavistas con respecto al problema?! Semejante silencio sólo se explica por la lectura entre líneas que del caso Baduel hacen los buenos intérpretes, a saber: el que disienta o deserte será imputado. Por eso, para ser libre se requiere haber sido honesto.


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