Rey de la mentira


Aunque resulte desagradable en estos días de paz, mencionar las siempre tediosas, y por demás mentirosa explicaciones que el Presidente de la República le lanza a los venezolanos sobre la crisis económica, no deja de ser una lección democrática referirse a sus declaraciones para desmontarlas en su exacta dimensión y hacer florecer la verdad hasta donde sea posible.

El 30 de diciembre de 2009, el jefe del Estado se dirigió a la nación para cubrirla con un manto de mentiras, como una nevada que cae de improviso en los países norteños del imperio. Los venezolanos, carcajadas de por medio, se vacilaron las afirmaciones del mandatario nacional en el sentido de que 2009 ha sido "un año de reimpulso".

Un respaldo, quizás, para sus ministros que se dedican a presuntos negocios particulares. Pero jamás para la pequeña y mediana industria ni para los comerciantes al mayor y al detal, para los cultivadores de frutas y hortalizas o los sembradores de caña de azúcar, maíz y arroz ni para los buhoneros que no han sido reubicados, o para los contratistas que trabajan para el Estado y que una Pdvsa o una CVG maula los tiene en la ruina.

Ni qué decir de los servicios de salud, educación y atención a los niños y ancianos, a los barrios y los trabajadores. Están en la carraplana porque una red bolivariana de corruptos se traga, paso a paso, los millones de bolívares que se destinan desde Miraflores para obras sociales. No puede ser que el Presidente no sepa, no oiga y no se entere de lo que hacen sus subalternos. A otro perro con ese hueso.

Los venezolanos de oposición y los partidarios del oficialismo deben unirse en una campaña nacional para proteger los destinos de los dineros del Estado y exigir un manejo claro y no corrupto de las partidas dirigidas a promover la construcción de viviendas, de mejoras en barrios y urbanizaciones, de hospitales y centros que están en la ruina o carecen de medicinas y de médicos y enfermeras. Igual ocurre con las escuelas, liceos y numerosos centros de educación superior.

Lo que se le pide al Presidente es que hable menos, que reduzca su producción de mentiras y se dedique a trabajar para los venezolanos. Que use su influencia para que los ministros no tengan socios en los bancos, ni caballos de carrera en el hipódromo y no usen los aviones oficiales para viajar cada fin de semana a Curazao.

Las listas de entrada y despegue de los aviones de Pdvsa a esa isla ya están en mano de los periodistas. Se trata de un escándalo grotesco que denota el uso indebido de bienes del Estado en actividades de recreación de altos burócratas petroleros.

Hay dolor de patria en esto: se sufre una crisis económica y unos favoritos rojos rojitos viven como si fueran habitantes del principado de Mónaco. Allí viven los desfalcadores del gobierno bolivariano y gozan de los intereses de sus depósitos obtenidos en esta década revolucionaria. Hugo, el ciego.

EL NACIONAL

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