¡Qué aguante!



Por: Danilo Acosta


Si señor; que capacidad de aguante tenemos los venezolanos que vemos como el país se cae a pedazos y todavía seguimos creyendo las mentiras del régimen de turno. Es más, aunque parezca odioso comparar, ya llegamos al hueco en el cual nos querían meter, es decir, ya estamos iguales que en la amada Cuba del Presidente, donde todos parecen ser Adanes y Evas, pues viven casi desnudos; de vaina tienen algo que comer y la única luz que tiene es la del sol y todavía creen que están en el paraíso.

A estas instancias nos ha llevado la revolución bonita durante la cual hemos dejado de ser el país que caminaba lento pero hacia delante, y ya hemos superado el hábito de los cangrejos en eso de ir hacia atrás. Aquí todo ha ido en retroceso y lo único que ha prosperado en los últimos 10 años es la corrupción entre los miembros altos, medios y bajos del Gobierno, los cuales se han llenado de dólares a expensas de la gran mayoría de los venezolanos.

Venezuela no es ni remotamente el país de hace 10 años atrás. En lugar de un crecimiento sostenido, hemos llegado al punto de un estancamiento y más peligroso aún, estamos retrocediendo a pasos agigantados y naciones que antes estaban muy debajo de la nuestra en materia económica, ahora nos superan en grandes proporciones.

En este momento Venezuela no es atractivo para nadie. Un país que atraía a los inmigrantes por oleadas por las grandes oportunidades que se ofrecían a criollos y extranjeros, ahora no es garantía ni para preservar el derecho más importante que cualquier ser humano: la vida.

Le guste o no al Gobierno, y principalmente a quien lo dirige, Venezuela es ahora una nación paria. Poco a poco hemos quedado aislados del concierto internacional por las alianzas peligrosas con países considerados como nido de terroristas, además de tener una política blanda y a la vez de cooperación con organizaciones proscritas en territorios vecinos.

Por todo lo anterior insistimos que asombra la capacidad de aguante de nosotros los venezolanos. La actitud que en este momento se observa en la mayoría de nosotros nos recuerda a Roma, incendiada por Nerón para culpar a los cristianos, mientras que él, como mal histrión y peor músico, tocaba la lira mientras arrobado, contemplaba como la urbe edificada por Rómulo y Remo se convertía en cenizas.

Lastimosamente esa es la situación actual de Venezuela. El país arde por los cuatro costados; la gente observa y no actúa; quienes pueden poner freno a la situación no lo hacen, bien por miedo o porque se benefician de la mismo y pese a cada metida de pata del Gobierno y quien lo dirige, los venezolanos en lugar de hacer valer nuestros derechos, lo único que hicimos después de anunciarse la devaluación fue salir como locos a comprar electrodomésticos.

En estos momentos, cuando todo ha sido subvertido por un gobierno que no representa para nada los intereses de los venezolanos, se impone una conducta respondona; nada de miramientos ni condescendencia con los que han arruinado la vida de millones de personas con el argumento de una revolución bonita que sólo ha servido para enriquecer a la nueva casta de poderosos que ahora gobierna mientras el resto padece penurias y escasez nunca antes vista en el país.

¡Basta ya de aguantar! Por la paz del país y por las generaciones que vienen detrás, debemos hacer algo por Venezuela. No se trata de salir a matarnos unos con otros, sólo debemos hacer valer nuestros derechos con una protesta de grandes proporciones que mueva los podridos cimientos de este régimen, el cual se ha caracterizado por ser de todo, menos valiente.

Y que mejor ocasión que este sábado 23 de enero, fecha cuando se cumplen 52 años del derrocamiento de la penúltima dictadura que ha padecido Venezuela, para que rememoremos la gran gesta que se produjo en 1958 y la cual sirvió para sembrar las bases de una democracia que duró 40 años hasta que apareció el presente régimen.
El aguante, por fuerte que sea, tiene un límite y el de los venezolanos está más que sobrepasado. Es hora de actuar.

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