Teoría del ketman

El ketman, en tanto que conducta interior, es una compleja operación, más emocional que mental, y se despliega en muchas e insospechadas direcciones




Mi asunto de hoy es el disimulo porque percibo, igual que usted, que muchos venezolanos, civiles y militares, que trabajan para, o contratan con, o simplemente padecen colateralmente al gobierno bolivariano viven hondamente perturbados por la necesidad del disimulo.

Disimulo: “Arte con que se oculta lo que se siente o se sabe”. Así lo define la Real Academia y dice, además, que puede también ser la “tolerancia afectada de una incomodidad o de un disgusto”.

Se concibe, pues, el disimulo como algo indeseable, como un arte cuyo cultivo cunde sólo en circunstancias adversas. Lo que me lleva a pensar en Ceslaw Milosz, poeta ganador del Nobel de literatura en 1980, y quien discurrió mucho y bien sobre algo llamado ketman y que no es, como pudiera pensarse, solamente otro nombre para el disimulo. Más sobre el origen de la palabra ketman en sólo unos instantes.

Para irnos entendiendo: Milosz advierte que el ketman es disimulo, ciertamente, pero con un “chin” de íntimo orgullo. El ketman es enmascaramiento acompañado de un sentimiento moral de superioridad del oprimido respecto del opresor.

Conviene, también, adelantar que el ketman tampoco es racionalización pura. Quienes, obligados a vivir bajo un régimen totalitario, se ven en la necesidad de practicar el ketman, no lo hacen solamente para lograr avenirse “racionalmente” y de buen grado a la tormenta de contradicciones y de presiones de todo tipo en medio de las cuales se desenvuelven.

El ketman, en tanto que conducta interior, es una compleja operación, más emocional que mental, y se despliega en muchas e insospechadas direcciones.

¿De dónde sacó Milosz un concepto tan exótico como eufónico para explicar las tortuosas cerebraciones que produce el ciudadano común en las sociedades totalitarias en su afán de seguir funcionando sin enloquecer, sin escindirse y, digámoslo de una vez, sin volverse mierda del todo?

“Lo que nos protege de ojos entrometidos —nos dice el disidente poeta lituano-polaco, en su libro La Mente Cautiva— adquiere un valor especial porque nunca se formula claramente en palabras y por ello tiene el encanto irracional de las cosas puramente emocionales”.

Sostiene Milosz que, hasta la instauración de los totalitarismos del siglo XX, y del horror estalinista en particular, un cambio tan profundo en los hábitos mentales, en las costumbres no había ocurrido en la historia de la raza humana. “Al tratar de describir estos nuevos hábitos —nos dice—, encontramos una llamativa analogía en la civilización islámica de la Edad Media: el ketman”.

He aquí un comentario del conde de Gobineau sobre el ketman citado por Milosz: “Algunos pueblos musulmanes no árabes —es el caso de Persia— creen que aquel que está en posesión de la verdad no debe exponer su persona, sus familiares y su reputación a la ceguera, la majadería y la perversidad de aquellos a quienes Dios quiso mantener en el erro y el poder”. Por tanto, se puede y se debe, cuando resulte posible, guardar silencio acerca de las propias convicciones.

Quien practica el ketman se llena de orgullo secreto ante el poder.
Se eleva, gracias a él, hasta un estado permanente de superioridad respecto del hombre —el jefe rojo-rojito, por ejemplo— a quien engaña. Para quien recurre al ketman, aquél no es más que un ciego miserable a quien apartamos de la verdadera senda, una senda de cuya existencia no llega siquiera a sospechar.

Desde luego, no todo el mundo ostenta credenciales intelectuales, ¡y ni hablemos de los nervios de acero!, para practicar el ketman todo el tiempo y a niveles de alta competencia, pero Milosz señala que el método ketman de supervivencia intelectual en ambientes ideológicamente opresivos puede y debe desplegarse en muchas formas igualmente cotidianas y exitosas.

En su libro, Milosz hace hincapié en que en una dictadura totalitaria existen tantos ketman como desviaciones ideológicas puedan haber. Y que cada ciudadano es, por sí mismo, una desviación ideológica de la ortodoxia del régimen. Con todo, Milosz distingue varios ketmans básicos: el ketman del profesional, el ketman del esteta, el del académico, el del alto funcionario, el del deportista, etc. En la vida de todo disidente se registran largos períodos de ketman.

Y no estamos hablando de titanes como Aleksander Solshenitzyn, Andrei Shajarov, Milan Kundera, Vaclav Havel, ni exclusivamente de científicos o escritores cuyos nombres jalonaron la dilatada y crudelísima crisis del “socialismo real” en el siglo XX.

Piénsese no más en las “horas–hombre” invertidas en la práctica del ketman puro y duro por gente como Paquito D’Rivera, Arturo Sandoval, “El Duque” Hernández o cualquier médico cubano desertor de Barrio Adentro.
El ketman no se extinguió con el desplome del bloque soviético: es cosa de todos los días; es cosa cercana y familiar.

El ketman, me parece, viene practicándose en Venezuela cada día que pasa con más ahínco e ingenio. ¡Menudo problema para el chavismo ahora que le llegó la hora de lo que en ajedrez se llama “el medio juego”!





http://www.talcualdigital.com/Avances/Viewer.aspx?id=21791&secid=44

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