Sobre libertad y autoridad
- Kaled Yorde /Abogado /kaledyorde@hotmail.com
Cuando un régimen suprime la libertad de expresión y de opinión, imponiendo el autoritarismo y el pensamiento único del caudillo para sustituir a la voluntad popular, demuestra con sus hechos que no es demócrata.
De hecho, la libertad y la autoridad son y han sido el tema más estudiado por los juristas y filósofos en los últimos 200 años. Todas cuantas conquistas políticas y sociales logradas por el hombre se han alcanzado limitando a la autoridad del Estado y la tiranía.
Debe buscarse siempre un punto medio, equidistante, entre libertad y autoridad: El exceso de libertades conduce al libertinaje, mientras que el exceso de autoridad, indefectiblemente, a los autoritarismos y las tiranías.
La historia del hombre político ha sido la sempiterna lucha entre libertad y autoritarismo; entre el individuo y el poder absolutista del Estado y de las monarquías.
Se considera como una genuina conquista política el establecimiento de los límites al ejercicio del poder. Esta conquista se alcanzó gracias al espíritu democrático y libertario de los pueblos verdaderamente libres.
Cuando nació el estado moderno republicano-democrático, surgieron las constituciones a manera de barreras para establecerle límites al poder de ese Estado, obligándole a crear las garantías ciudadanas.
La libertad vendría a ser la capacidad que tienen los sujetos de la sociedad civil de forjar sus propias opiniones por el uso propio de la razón y de llevarlas a una confrontación con otras posturas mediante un debate civilizado. Las opiniones, por muy verdaderas que sean, si no son discutidas en una atmósfera de libertad, acaban resultando dogmas muertos. Esta idea universal es la antítesis del llamado pensamiento único que los regímenes autoritarios procuran imponerle al pueblo sojuzgado. Señala el filósofo utilitarista, John Stuart Mill, que la libertad de pensar y de expresiones es útil, puesto que contribuye a la felicidad de una sociedad. Esto que centenares de autores explican para nada es considerado por los seguidores del populismo autoritario que ciega a los pueblos del Tercer Mundo, llevándolos a la miseria, el subdesarrollo y a la sumisión a las botas del caudillo de turno para desgracia de todos.
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