Los mitos de la ignorancia/
Los mitos de la ignorancia/Antonio Sánchez García
Antonio Sánchez García
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Los mitos de la ignorancia
Son los mitos de la ignorancia. La falsa sabiduría de los imbéciles. La tontería de los negociantes del periodismo. Desaparecido Hugo Chávez se verificará al pie de la letra y a pesar de las lamentaciones y pronósticos de estos brujos mediáticos del subdesarrollo la sentencia milenaria comprobada cada vez que desaparece un autócrata: “muerto el perro, se acabó la rabia”.
Corren los amanuenses y propagandistas del régimen, abierta o solapadamente interesados en la entronización del caudillo y la destrucción de nuestra República, a levantar el mito de la insustituible infalibilidad del teniente coronel. “Chávez es el único factor aglutinante en la Venezuela de hoy, tanto del PSUV como de la oposición”. Lo dice un fablistán de autoproclamada independencia de criterios. Lo cierto es que se equilibra en la cuerda floja de la medianía, intentando agarrar los frutos de ambos huertos. Despreciado por ambos bandos. Como si en medio de este duelo mortal fuera posible coquetear con los puñales de unos y otros.
Lo mismo aseguraban los adulantes y beneficiarios del general Augusto Pinochet. La salida del dictador provocaría un Apocalipsis irremediable. Él y sólo él era capaz de mantener unido el cuerpo que había contribuido a fracturar. Seguían sus asesores la reproducción del mito de la infalibilidad de todos los tiranos. ¿Quién no recuerda los terrores del franquismo ante la proximidad de su muerte? ¿Quién sería capaz de unir a los españoles una vez desaparecido el Caudillo de España por la Gracia de Dios?
Hitler contaba con el 99% del respaldo popular. ¿Quién sería capaz de reconstruir la Alemania vencida tras la muerte de Hitler y la derrota total de la Alemania nazi? En Venezuela eran las angustias a la muerte de Gómez, a la caída de Pérez Jiménez. Como en Colombia ante la desaparición de Rojas Pinilla o en Argentina a la muerte de Perón.
Todos estos agoreros de mercado persa han tenido que tragarse sus lenguas o metérselas por parte pudenda. En todos esos casos, sin excepción de ninguna especie, se cumplió al pie de la letra la vieja sabiduría popular de que el muerto al hoyo y el vivo al bollo. En vez de hundirse en el abismo de la catástrofe anunciada, todas esas sociedades florecieron, progresaron y se convirtieron en prósperas comunidades civilizadas una vez que sus indispensables e irreemplazables autócratas se hundieron en el polvo de la muerte. Para todas ellas, la muerte del causante de sus males liberó las potencialidades estranguladas, asfixiadas y ahogadas por los tiranos que amenazaban con el caos si no se les complacía el capricho de la entronización ad aeternum.
Son los mitos de la ignorancia. La falsa sabiduría de los imbéciles. La tontería de los negociantes noticiosos. Desaparecido Hugo Chávez se verificará a pesar de las lamentaciones y pronósticos de estos brujos mediáticos del subdesarrollo, al pie de la letra la sentencia milenaria comprobada cada vez que desaparece un autócrata: “muerto el perro, se acabó la rabia”.
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