20 febreros después
No creo que todo tiempo pasado fue mejor. El antes y después de nosotros ofrece experiencias para todos los gustos. Tanto en lo personal y familiar, como con relación a esta insólita nación, encontramos material para sentirnos orgullosos de nuestras raíces y antepasados remotos y cercanos. Por supuesto, también tiempos que dejaron mucho que desear. Errores que pudieron evitarse, omisiones graves derivadas de la comodidad, de complicidades inaceptables o de cierta cultura oportunista que se ha ido abriendo paso gracias a la impunidad reinante desde hace demasiado tiempo.
El 4 de febrero era perfectamente previsible. Estaba detectado. Los factores de degradación antes señalados condujeron a la pasividad del liderazgo para desmantelar la acción militar, alentada por conocidos civiles que aún permanecen en escena. Recuerdo que a finales del 91 tuve una discusión fuerte con el presidente Pérez producto de una declaración mía afirmando que Venezuela se estaba rifando un golpe y que ya habíamos comprado el 90 por ciento de los tiques de la rifa. CAP me llamó a reclamarme en fuerte tono a lo que respondí de igual manera. Me invitó a desayunar la mañana siguiente en Miraflores. Serenamente trató de convencerme de que toda la información que tanto él como yo teníamos e intercambiamos en ese momento, se debía a la lucha existente entre los generales que aspiraban tanto a las comandancias de las fuerzas, especialmente del Ejército, como al Ministerio de la Defensa. Traté de hacerle ver que lo que venía era distinto y superior a eso, pero él continuaba cerrado a la posibilidad de que unos muchachos uniformados pudieran ejecutar un golpe exitoso. En esa conversación, absolutamente privada, por primera vez le asomé la posibilidad de convocar una Constituyente para fortalecer el proceso de descentralización, construir definitivamente un verdadero estado federal y relanzar sobre bases nuevas y mejores un sistema democrático que a todas luces daba signos de agotamiento.
El 4 de febrero era perfectamente previsible. Estaba detectado. Los factores de degradación antes señalados condujeron a la pasividad del liderazgo para desmantelar la acción militar, alentada por conocidos civiles que aún permanecen en escena. Recuerdo que a finales del 91 tuve una discusión fuerte con el presidente Pérez producto de una declaración mía afirmando que Venezuela se estaba rifando un golpe y que ya habíamos comprado el 90 por ciento de los tiques de la rifa. CAP me llamó a reclamarme en fuerte tono a lo que respondí de igual manera. Me invitó a desayunar la mañana siguiente en Miraflores. Serenamente trató de convencerme de que toda la información que tanto él como yo teníamos e intercambiamos en ese momento, se debía a la lucha existente entre los generales que aspiraban tanto a las comandancias de las fuerzas, especialmente del Ejército, como al Ministerio de la Defensa. Traté de hacerle ver que lo que venía era distinto y superior a eso, pero él continuaba cerrado a la posibilidad de que unos muchachos uniformados pudieran ejecutar un golpe exitoso. En esa conversación, absolutamente privada, por primera vez le asomé la posibilidad de convocar una Constituyente para fortalecer el proceso de descentralización, construir definitivamente un verdadero estado federal y relanzar sobre bases nuevas y mejores un sistema democrático que a todas luces daba signos de agotamiento.
Escuchó con preocupada atención. Volvimos sobre el tema varias veces después del 4-F-92, cuando varios sectores hicieron propuestas en la misma dirección. No fue posible entonces. Incluso llegué a plantearlo en la campaña electoral del 93 en un clima de absoluta incomprensión de un liderazgo ciego y sordo. Las consecuencias están a la vista. La falta de previsión del golpe, la ausencia de iniciativas para erradicar los vicios y desviaciones del debilitado sistema y la multiplicación de maniobras legítimas y arteras por el poder despejaron el camino para que en las elecciones de 1998 se impusiera el fracasado golpista del 92 por la vía electoral.
Estamos peor que cuando el "Caracazo" del 89. Mucho peor que cuando el golpe militar del 92, o cuando el exitoso y trágico golpe civil del 93 y por supuesto que a partir de la toma del poder de Hugo Chávez. Tenemos la obligación de revertir hacia lo positivo estas negativas tendencias. Podemos hacerlo.
Estamos peor que cuando el "Caracazo" del 89. Mucho peor que cuando el golpe militar del 92, o cuando el exitoso y trágico golpe civil del 93 y por supuesto que a partir de la toma del poder de Hugo Chávez. Tenemos la obligación de revertir hacia lo positivo estas negativas tendencias. Podemos hacerlo.
Oswaldo Álvarez Paz /
Ex-gobernador del Zulia
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