“Todavía sueño con los gritos que daban mis hijos para no morir ahogados en las inundaciones de Sinamaica”
¿Alguna vez ha imaginado despertar, frotarse los ojos, ver a su alrededor y comprender que en un instante perdió su casa y todo lo que en ella había? ¿Ha pasado por su mente la idea de que en unas horas se puede destruir la vivienda que tardó años en construir? Esos son los pensamientos que invaden la cabeza de Soraima Olivares, quien en la madrugada del domingo tuvo que abandonar su residencia en el sector La Boquita de la Laguna de Sinamaica, municipio Guajira, debido a las inundaciones provocadas por las intensas lluvias.
La historia de una persona, es la historia de miles de afectados. Hoy, un poco más tranquila aunque le resulta imposible ocultar la tristeza en la mirada y en las palabras, contó su experiencia desde la Unidad Educativa Grupo Escolar Antonio María Pirela, ubicada en el municipio Santa Rita del estado Zulia, que sirve como refugio para 137 afectados por las precipitaciones en Sinamaica.
Soraima, de 44 años, nació y creció en esa región de la Guajira, pero las inundaciones acabaron en un santiamén con una parte de su vida. “Estoy cansada de llorar, ahí crié a mis cuatro hijos sola, gané todo el dinero haciendo arepas, cocinando pescado, vendiendo conservas y lavando ropa ajena”, expresó y bajó la mirada para señalar que por cosas del destino la vestimenta que usaba también era de otra persona, era donada.
Hasta hace poco, Soraima no sabía ni qué día era; despertaba desorientada, tal vez con la ilusión de que la tragedia hubiese sido sólo una pesadilla, pero al levantarse de la colchoneta en un salón de clases, la realidad la golpea duramente.
Con voz entrecortada, aceptó: “No sé qué irá a hacer Dios conmigo y mi familia, pero estoy más tranquila; estamos vivos, es lo único que importa”.
Todavía con cicatrices en el alma de aquel día mojado, recordó: “Al ver que el agua subía cada vez más, saqué de la casa a mamá, de 67 años, a cuatro hermanas que estaban conmigo, y a uno de mis hijos y su mujer, porque ninguno quería irse y perder la vivienda”. Cuando decidieron partir, cada uno tomó un bolso y guardó lo que pudo, ahí también iban las esperanzas de un renacimiento.
Ninguno de los miembros de la familia tenía dinero para trasladarse, por lo que tuvieron que pedir ayuda a varios transportistas. El destino fue la casa de una tía de Soraima en el sector El Marite, en Maracaibo, pero como el lugar no podía albergarlos a todos, sólo dejó a la madre, quien está enferma por los altos niveles de colesterol y la falta de oxigenación cerebral. Luego se dirigió al rancho de una hermana en el municipio Santa Rita, donde pidió un “pedazo de patio para descansar”, pero seguían siendo muchos familiares. Poco después, los consejos comunales se organizaron y lograron que Soraima, sus hijos y una nieta de 9 meses llegaran a la Unidad Educativa en la que permanecen, en el refugio donde estarán, probablemente, hasta enero.
Con los ojos inundados, compartió un recuerdo difícil de olvidar: “Mis hijos gritaban, desesperados, <>. Todavía sueño con eso”.
Ya en el refugio, una hermana de Soraima se enteró, luego de que la examinaran tras sentirse mal, que desde hace un mes se gesta un bebé dentro de ella. Al decir esto sonrío, pues luego de la tragedia, obtuvo una gran noticia: será tía.
“Esta inundación ha sido la más intensa que he afrontado en mi vida, mucho más que la ocurrida en las décadas del ‘70 y ‘90, ahora perdí todo, pero igual doy gracias a Dios porque salvó a mi familia; con sacrificio volveré a salir adelante”, mencionó con resignación.
Fotos: Luis Molero
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