¡ TODOS PERDEREMOS TODO!




Por nuestro futuro, por las valientes víctimas de la brutalidad, por los que aún están ciegos, por los que tienen miedo y, sobre todo, por nuestros hijos…


Este artículo es del año 2005. El general Baduel estaba a punto de ser ministro de la Defensa. Está dedicado a todos los venezolanos sin importar el lado en el que estén. Léanlo, en especial aquellos que aún apoyan al Gobierno.

Jamás olvidaré una escena de la película El último emperador, en la cual el monarca, ya viejo y convertido en jardinero por la Revolución Cultural china, ve pasar a un grupo de prisioneros con un humillante letrero colgado al cuello donde se podía leer el supuesto delito cometido. Delito como creer en otra religión, poseer libros diferentes a El libro rojo de Mao, besarse en público o tener una máquina de escribir. Cualquier cosa que no fuera adorar a Mao Tse-tung, era razón suficiente para ser encarcelado y humillado públicamente.

Lo cierto es que, en la película, el emperador gira tímidamente su rostro hacia una multitud de fanáticos que injuriaban y golpeaban a los infelices que venían amarrados.

Cuál no sería su sorpresa al reconocer entre los detenidos al esbirro principal de cuando él fue también hecho preso, humillado y despojado de los más mínimos derechos que puede tener un ser humano.

El par de segundos que dura el cruce de miradas entre el último emperador y el antiguo esbirro torturador puede ocurrir pronto entre los venezolanos si no nos unimos, no contra el Gobierno, sino a favor de nosotros mismos.

Me gustaría que en un acto de objetividad las personas que apoyan al Gobierno mediten lo que está pasando. El llamado es para aquellos honestos que tienen una pequeña finca, una casa en la playa o un apartamento logrado con trabajo y esfuerzo.

El llamado también es para los obreros que tienen buenos empleos en empresas serias, para los trabajadores del campo que laboran con patrones responsables y para algunos intelectuales y artistas que de buena fe apoyan al Gobierno.

Sincérense con ustedes mismos, háganse la siguiente pregunta y respóndanla íntimamente: ¿Podría yo vivir como lo hacen los cubanos en su tierra, sin ningún tipo de privilegio como aspirar a tener una casa, un carro o tener Internet? Las revoluciones no perdonan, recuerden lo que ocurrió con los actores de la francesa, no olviden a Stalin; a Pol Pot, en Camboya; a Kim Il Sung, en Corea del Norte; a Mao Tsetung y a su esposa, en China; a los esposos Ceausescu, en Rumania; todos estos criminales asesinaron mucha más gente que Hitler. Las revoluciones son como las viudas negras: arañas que matan a sus consortes después de que los utilizan para copular.

Los que hoy persiguen serán perseguidos; los que hoy jalan bola y sapean, mañana dirán que no sabían cómo eran las cosas. Todavía estamos a tiempo; lo primero es no ser indiferentes a los ataques que sufren otros; no se entreguen ni se desanimen; no se queden callados; no tengan miedo. Piensen que hemos tenido un país que cometió errores y que muchos sinvergüenzas nos gobernaron, pero era un país donde cabíamos todos.

Queda poco tiempo… pero queda. No nos caigamos a embustes, la cosa es difícil pero todavía se puede hacer algo.

Volvamos a la calle con optimismo, fe y sin miedo, porque si no ¡todos perderemos todo!… hasta ellos, cuando caigan en desgracia y ya no los necesiten. Piénsenlo, no vaya a ser que nos pase como al último emperador.




Claudio Nazoa

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