El gobierno más funesto



El gobierno “bolivariano, revolucionario y socialista” es, sin discusión, el más funesto, el más perverso de toda nuestra historia republicana. Aún en comparación con las más torvas dictaduras padecidas por el pueblo venezolano no hay forma de encontrarle algún signo positivo, por minúsculo que sea. La del general Juan Vicente Gómez fue una dictadura brutal, criminal. Jamás serán olvidados sus excesos. Pero, al lado, se recordará que pagó la deuda externa del país, que construyó la red vial, todavía subsistente en algunas regiones, y que pacificó a la nación. Acabó con las guerras civiles.

Del gobierno igualmente criminal, ladrón y militarista de Marcos Pérez Jiménez, resaltan la implantación de la tortura en los calabozos de la “Seguridad Nacional”, del tristemente célebre Pedro Estrada, la apertura de los campos de concentración de Guasina y Sacupana, en los que yo estuve recluido junto con cientos de venezolanos, profesionales, educadores, estudiantes, obreros, líderes políticos y sindicales, militares institucionalistas. La tiranía de Marcos Pérez Jiménez asesinó a Leonardo Ruiz Pineda, a Antonio Pinto Salina, entre muchísimos.

Pero junto con las maldiciones de la historia se le apuntará la construcción de alguna obra de utilidad social, como la autopista Caracas-La Guaira.

Por contraste, no hay nada en el haber del gobierno chavista. Acumula todas las fechorías de las dictaduras de Gómez y Pérez Jiménez. Persecución, cárcel y exilio para el adversario político, negación de los derechos ciudadanos, concentración absoluta de los poderes públicos en las exclusivas voluntad y manos del jefe del gobierno.

La corrupción más gigantesca de la que se tenga memoria, de la cual es prueba al alcance de la mano, por su actualidad, la mayúscula estafa de miles de millones de petrodólares de la que acaba de ser víctima la Nación con el negocio de la importación y distribución de alimentos podridos. Se suma su absoluta orfandad intelectual y su absoluta orfandad moral. Es un gobierno de fracasados. La Asamblea Nacional (AN) está integrada por una cáfila de semianalfabetos, que debe sus posiciones a la sumisión al “jefe”, al mandamás militarista que, a su vez, es disciplinado subordinado de los hermanos Fidel y Raúl Castro, a quienes viene entregando la soberanía nacional, la conducción total de los intereses venezolanos, a partir de la Fuerza Armada ex nacional, hoy sometida al comando de comisarios cubanos, según testimonio público del general (r) Antonio Rivero, al igual que están sometidos al control del gobierno cubano el servicio exterior antes venezolano, el manejo de la economía, la dirección de la política petrolera y, desde luego, de Pdvsa.

No es solamente la AN la que puede ser tomada como imagen de la orfandad intelectual y moral del gobierno. El gabinete ejecutivo acusa las mismas características, a partir de esa momia de concreto armado que es el ministro de Planificación y del títere fidelista que aparece al frente del despacho petrolero. Y, de allí en adelante, todo el aparato oficial. El gobierno más funesto de nuestra historia republicana.



HÉCTOR STRÉDEL

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