EL PROBLEMA NO ES LA CLASE MEDIA




Ernesto García Mac Gregor garciamacgregor@gmail.com


Si todos pertenecieran a la clase media no hubiera problema, el problema son los pobres. En las naciones desarrolladas, el 90% resolvió ese desafío hace décadas y ahora se dedica enteramente a mejorar su calidad de vida. En cambio en Venezuela, sólo el 30% de la población es verdaderamente productiva, mientras que prácticamente el 70% restante subsiste con salarios mínimos o de las migajas que el populismo le regala en forma de misiones y otras ayudas sociales, transformándolos así, en un peso muerto para el desarrollo del país.
Por otra parte, 42% del total de la población (marginalidad), no solo no produce, sino que necesita de ayuda oficial permanente para subsistir, convirtiéndose en otra pesada carga. Ahora bien, existen dos maneras de enfocar la pobreza; una es aceptándola como inevitable y la otra luchando contra ella. En Venezuela se escogió la primera. No sólo consideramos la miseria como parte de nuestra identidad cultural y la cargamos cual pesado morral que nos atasca en el subdesarrollo, sino que la disfrutamos con un socialismo sadomasoquista, cantándole odas a las casas de cartón para así mitigar el complejo de inferioridad que se siente frente a otros países que han logrado superar la situación.
Porque es más fácil echarle la culpa al Imperio y repartir pescado gratis, que enseñar a pescar exigiéndoles que estudien, que no anden regando hijos por allí, que trabajen, que sean responsables, que ahorren. Convencerlos que la riqueza es la antítesis de la pobreza y sobre todo, que la ranchofilia está más en la cabeza que en el bolsillo.
Pero resulta que el 86% de los “chavistas duros” pertenecen al grupo de la pobreza y junto con los otros que reciben el pescado gratis sin tener que trabajar, son totalmente indispensables para “la revolución”, porque sin ellos no se ganan elecciones. Pobre que se supere y tenga propiedad privada se convierte en un enemigo potencial del proceso, porque va querer defender lo suyo. Y es de esta triste circunstancia que se aprovecha Chávez para atornillarse en el poder. Todos los “rojo rojitos” unidos por la causa común de un inmenso vacío llamado socialismo del siglo XXI, explotando la marginalidad, la ingenuidad y la torpeza popular. Hay que decirle No. Que oiga quien tiene oídos...

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