¿Realmente existen los alimentos podridos?




Cuando escuché a Cilia Flores decir que ese asunto de los alimentos podridos era parte de una conspiración, me dije, carajo, los chavistas encontraron una forma de escapar de una evidencia impresionante: 122 millones de kilos de alimentos, cuestión que sólo lo dicen fácil aquellos que no tienen hambre.

La seguí escuchando. No porque Cilia sea una seductora, ella carece de ese encanto y no porque quiere. En todo caso escuchar en la televisión o radio a Cilia Flores, no es fácil, ella habla, ¡carajo!, y el mundo de la razón insensata se hace dominante, ella abre la boca y estamos en presencia de la obscenidad que significa ver una incultura sentada en una de las sillas del poder, pero, lo jodido es verla hacerlo oronda porque sabe que los venezolanos de hoy carecemos de las armas y de las ganas, sobre todo de las ganas, de enfrentar la obscenidad, es decir, a Cilia Flores y también al resto de los más grandes hombres de la revolución, con sus mismas armas.

Decía que yo escucho a Cilia Flores decir que los alimentos podridos son una invención de la oposición, y a mí, particularmente, me da diarrea, porque Cilia Flores y Rafael Ramírez, el otro que niega la existencia de semejante montaña de mierda, son, con algunos otros, las cabezas más chatas del régimen y creen haber encontrado la forma de enfrentar la verdad con lo más falso que lo falso: borrando lo real y tratando de imponer la simulación como forma de gobernar.

Ello tiene su máxima concreción cuando la señorita Gabriela Ramírez, la defensora nada menos que del pueblo, dice que Venezuela es líder en soberanía alimentaria. Si no fuera tan calamitosa la situación que vivimos tendríamos que decir que estos tipos que nos gobiernan hoy son unos jodedores, porque a cada uno de ellos se le ocurre cada vaina.

Lamentablemente para los venezolanos, el gobierno de Chávez, Cilia Flores y Maduro, Rafael Ramírez y Alí Rodríguez, Giordani y Merentes y el resto de cáfilas que constituyen el alto Gobierno, parecen haber logrado una especie de punto ciego en la que no se puede ver más realidad que la que ellos quieren que veamos, y justo en ese punto ciego nos encontramos con la catástrofe.

Sin embargo, a pesar de todo y sobre todo, de ellos, esperamos que esto que vivimos sea sólo un dolor de muelas, porque no hay nada más sabroso que, justamente eso, un dolor de muelas aliviado.


- Énder Arenas Barrios

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