¿Para qué trabajar o estudiar?



¿Para qué trabajar, si ya empezó la parte final de la piñata electoral que promete exprimir lo que queda de las arruinadas arcas de este hipotecado país para repartir los despojos de la patria a voleo entre la población con la finalidad de atornillarse en el poder?

¿Para qué va a estudiar una niña, si por salir preñada le van a pagar su bono de alfabetización, madre soltera, madre de barrio y por hijo? Este último es de Bs.F. 300 por niño (hasta la edad de 15 años), con un máximo de tres. Se paga el doble (Bs.F. 600), si el pequeño es discapacitado. Ya lo advirtió el innombrable: cuidado con inscribir niños en diferentes entidades, sobre todo los tulliditos que no pierden el beneficio al llegar a la adolescencia. Aún está en el recuerdo aquellas mafias que se dedicaban a recoger a todo malformado pedigüeño para repartirlo por las calles a pedir limosna.


Es asunto de imaginación y astucia, para arrejuntar una familia inventada, declararse en extrema pobreza y así recibir el salario mínimo. O proclamarse refugiado de una inundación para cobrar el bono especial y esperar que le den una de las dos millones de las nunca construidas casitas. Mientras tanto, te puedes mudar legalmente a un hotel sin tener que pagar nada.


Al vago del abuelo quien nunca ha trabajado en su perra vida, salvo como padrote de cría, ahora por ley, le toca la pensión de vejez. Y por allí viene el cálculo retroactivo de las prestaciones sociales en base al último salario, lo cual arruinará a muchas empresas. ¿Cuánto viejito arrumado por allí va a ser rescatado por los familiares, quienes súbitamente se volvieron caritativos y amorosos?


Si tienes hambre puedes robar; si vas preso te asignan salario; si vives alquilado no tienes que pagar arrendamiento. Además, puedes invadir lo que quieras y hasta llamar hijo de puta al dueño, porque ahora todo eso es legal. Que oiga quien tiene oídos...








 Ernesto García Mac Gregor 



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