Mentiras y disparates

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Todo comenzó en 1998, cuando declaró: “No nacionalizaré ninguna empresa, no quitaré de las manos privadas los canales de televisión, no permitiré que en Venezuela haya un solo niño de la calle: si no, dejo de llamarme Hugo Chávez Frías. Claro que estoy dispuesto a entregar el poder, no solamente después de cinco años, incluso antes".


Después vino todo aquello desde la ruta de la empanada, los gallineros verticales, los cultivos hidropónicos, la arepera socialista, pasando por los fundos zamoranos, los centrales azucareros y la planta tomatera, para concluir con la megalomanía de la red nacional de ferrocarriles, el segundo puente sobre el Lago, el submarino indetectable reconstruido en Venezuela, la fábrica de tractores y carros iraníes, la nueva PDVSA y la conversión de Venezuela en potencia agrícola, petroquímica, alimentaria, nuclear y gasífera (con el gran gasoducto del sur).


Ni hablar del Banco de la Mujer y el del Pueblo o la Cédula del Buen Vivir, las diez mil casitas chinas y las dos millones de ahora, la descontaminación del río Guaire, Miraflores convertida en Universidad Popular y La Carlota en un fantástico parque temático.

Y en el ínterin aparecieron los resultados de la improvisación: un país hipotecado a largo plazo, el sistema de carreteras destruido, la producción nacional sustituida por las importaciones que se pudren en los puertos, la electricidad en su peor momento, el sistema de salud un desastre, la industria metalúrgica y de la construcción paralizadas, la delincuencia en su cúspide, el desempleo y la inflación galopantes y todo coronado con la corrupción más depravada que haya experimentado este país.

Con los precios del petróleo catapultados por las locuras islámicas, probablemente la patria resistirá esta sangría durante unos años más antes de colapsar en el absoluto e irreversible desastre. Que oiga quien tiene oídos…




Ernesto García Mac Gregor / Médico

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