Hugo Chávez y el silencio de los corderos.



Por el Dr. Darsi Ferrer.
La Habana, Cuba. 27 de junio de 2011.
La extendida estancia del presidente venezolano Hugo Chávez en tierras cubanas, específicamente en algún selecto hospital secreto de la casta gobernante tras operarse de un supuesto “absceso pélvico”, deja muchas interrogantes abiertas. ¿Qué misteriosa causa post operatoria provoca su inusual permanencia? ¿Prefiere convalecer en Cuba, abandonando y sin nadie a cargo de sus urgentes asuntos patrios? ¿Por qué este prolongado silencio del mandatario venezolano, con el que alivia a sus conciudadanos de su omnipresencia por más de quince días? ¿Acaso estará secuestrado en La Habana?


La interpretación de los pocos elementos conocidos sobre su actual situación deja un rastro que conlleva a presumibles conclusiones de que algo bien serio confronta su estado de salud. Para nada resulta confiable la declaración oficial de que ¨casualmente¨ el gobernante sudamericano presentó una dolencia aguda que provocó su intervención quirúrgica de urgencia. Menos creíble aún es el diagnóstico de absceso pélvico del que responsabilizan a su operación.

Es de sospechar que en la condición médica de Chávez no existió tal eventualidad, y que todos los cabos fueron planificados y atados con anterioridad entre La Habana y Caracas. ¡Qué casualidad que vino a enfermar en Cuba¡ También huele raro el que semanas antes fueran apareciéndole al mandatario serias complicaciones como la cojera de un miembro inferior.


La falta de vínculo entre un absceso pélvico y la cojera es total, no así la explicación de que un proceso tumoral en la región pélvica o parte inferior del abdomen provoque cojera a consecuencia de metástasis con infiltración ósea o por la compresión de estructuras anatómicas en miembros inferiores. También la convalecencia prolongada se corresponde más con los casos de pacientes operados de tumoraciones, que los intervenidos de un simple absceso agudo.


Chávez disfruta de todo el poder y la potestad para montar en un avión al equipo médico cubano más calificado y llevarlo a que lo asistan en Venezuela. ¿Por qué no lo hizo? Si fuera cierta la tesis de que enfermó de repente y hubo que intervenirlo sin dilación, igual goza de la posibilidad de viajar cómodamente con todas las atenciones y garantías médicas para convalecer en su país.


¡Aquí hay gato encerrado¡ Al parecer el líder venezolano tiene comprometida su salud en tal grado que necesita completo hermetismo al respecto y por esa razón planificó ser asistido profesionalmente en la Meca totalitaria, lejos del peligro de ver expuesto su condición médica. Es evidente que no confía en sus compañeros de viaje. Tampoco siente la más mínima obligación de ser transparente con sus compatriotas y menos aún de rendir cuenta a sus gobernados ante la imposibilidad de cumplir con sus obligaciones como presidente de la nación.


Dentro de lo insólito resalta la tranquilidad con la que se ha desaparecido de la escena pública el impulsor del Socialismo del Siglo XXI, tan dado a la histeria de ocupar con su constante presencia los espacios audiovisuales y de la prensa escrita. La falta de control a su megalomanía no le permitiría aceptar tal circunstancia a no ser que la gravedad de su estado de salud lo obligue a quedar fuera de modo forzado.          
  
Son muchos los enigmas, y consecuencias, que se derivan de este prolongado enmudecimiento.  El caso es que su inexplicable ausencia, casi total silencio y las causas verdaderas que lo motivan ya deben traer de cabeza a la cúpula gobernante del chavismo. Y tanto es así que la sustitución reglamentaria de su cargo, seguramente prevista en la constitución del país para casos similares, ha sufrido un tranque total. Es sorprendente que el vicepresidente Elías Jaua se niegue a aceptar provisionalmente el cargo supremo y, por el contrario, clama su fidelidad incondicional al gobernante ausente. Esto es algo extraño e inconcebible. Se supone que sólo se trataría de mantenerle la silla caliente.

Pero, ¿se trataría realmente de hacerle sustitución provisional a un mero presidente? ¿O el  espantado Sr. Jaua podría volverse sospechoso de una intención más tétrica y palaciega, la de hacerse legalmente  con el poder de un caudillo carismático “insustituible”?

Y son esas dudas las que traen otras muchas interrogantes. ¿Cuán agarrada a los moños debe andar a estas alturas la muy dividida pandilla del oficialismo venezolano? Si Chávez resultara estar enfermo de gravedad, ¿confiarán a ciegas en lo que hagan con su líder y salvavidas los viejos mandamases cubanos, que seguramente querrán planificar desde la Isla una sucesión en Venezuela favorable a sus intereses? ¿Y de hacerse permanente la incapacidad del mandatario sudamericano, estarían sus colegas dispuestos a seguir el costosísimo juego de apoyo incondicional al impresentable modelo castrista? O como lo señalan ciertas indiscretas filtraciones en la opinión pública, ¿estarán sopesando soltar a Cuba como una pesada y carcomida áncora de la Guerra Fría? 

Y de ese mismo enigma brotan otras candentes interrogantes: ¿Lograrían sostener en pie la desgastada triquiñuela del denominado Socialismo del Siglo XXI sin la presencia de Chávez?  Y preocupados con perder el poder frente a una oposición que reclamara elecciones presidenciales anticipadas, ¿cuánta atención  y petrodólares estarían dispuestos a seguir soltando en el deshilvanado proyecto del ALBA?

Nunca son predecibles las consecuencias que provoca el hecho de que un inflamado caudillo de repente sea bajado a la realidad concreta por las inapelables decisiones de la Naturaleza. Lo que la Historia nos dice de otros ejemplos poco sirve como guía en este u otro caso. Lo único que queda claro de esos súbitos hechos es que las cosas no vuelven a ser como eran creídas y dadas por seguras.

Así que de estar Hugo Chávez enfermo de gravedad, todas las fichas del juego político, tanto a nivel de Venezuela como al internacional, van a cambiar de rumbo. Por lo pronto, los Zelaya, Correas, Morales, Ortegas, Fernández y Castros podrán irse olvidando de los apoyos millonarios, tanto para sostener regímenes caducos como para campañas presidenciales o de la ampliación forzosa de la capacidad reelectiva en sus países. La horda bolivariana tras Chávez no tendrá posibilidades de practicar la caridad solidaria ni la megalomanía de su estancado jefe. Estará más que ocupada conservando el numerario para sus luchas intestinas por el poder o para intentar evitar que en las urnas la oposición le arranque el jugoso bistec que se denomina  Estado.

Por lo que a Cuba cuenta, este inesperado viraje pronostica malos tiempos para el régimen y mayores sufrimientos para el pueblo de la isla. Y motivos habría para pensarlo. Pasadas las primeras efusiones y entusiasmos con la vetusta ¨Revolución¨, la tétrica visión de la realidad cubana y, sobre todo, el gasto de agujero negro que representa, ha enfriado hasta temperaturas polares el embullo de la élite gobernante venezolana con el modelo totalitario antillano. Es sólo el capricho y la voluntad de Chávez lo que sostiene el trato preferencial para la dictadura castrista. Sin Chávez en el poder es casi seguro que sus seguidores terminaran por quitarse de encima a estos cófrades antillanos del préstamo infinito.

En resumen, los acontecimientos indican que de patinar Chávez se irá por el tragante de la historia el chavismo. Y que con su caída morirá el engendro hegemónico de penetración y desestabilización regional denominado ALBA. Como consecuencia, no tendría ninguna posibilidad de sobrevivir la llamada ideología del Socialismo del Siglo XXI,  zapatón que aún calzan determinados gobernantes autoritarios.  Además, colapsaría el subsidio de Venezuela al régimen totalitario de los Castro y quedaría sepultada por una buena temporada la corriente populista latinoamericana.

Aunque parezca irónico, luego de protagonizar muchos conflictos y jelengues, con su salida del escenario político Chávez marcaría su mayor hito. En definitiva habría que agradecerle el retorno de la estabilidad, la paz y el impulso de los procesos democráticos en la presente convulsa región de América Latina.




 Dr. Darsi Ferrer

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