Fábrica de vagos y maleantes





A un amigo ganadero le invadieron 40 hectáreas de su hacienda. Lejos de protestar, se mostró cooperador, retiró sus cercas y ayudó a delimitarles los nuevos linderos a sus invasores. Una vez instaladas las 12 inútiles familias, éstas pusieron en venta sus respectivas parcelas, pero debido a que la invasión no estaba al lado de una carretera negra no consiguieron fácil comprador.

Por su parte, la limosna oficial se veía muy remota mientras los zancudos y las incomodidades acechaban, y como la intención de estos vagos de oficio nunca fue cultivar sino "coger aunque sea fallo", decidieron ofertar su retiro al dueño de las tierras por un millón de bolívares fuertes cada uno, incluso con el asesoramiento del INT. Ante la negativa desinteresada del dueño fueron espontáneamente abandonando los lotes. Pocos meses después del intento de robo, la hacienda recobró sus propios linderos y cercados, y en sus pastos merodean tranquilamente unas vaquitas.

En otros casos como en el municipio Veroes de Yaracuy, la desidia de los invasores redujo en 10 años las 27 mil 959 hectáreas de caña de azúcar a 8.000 con una pérdida de 6.250 empleos directos. Y sin embargo, un invasor entrevistado alegaba, que antes era un esclavo de los patrones y ahora es su propio dueño porque las tierras son de todos. Con mentes rayanas en la imbecilidad como esa, ¿cómo puede progresar un país?

El innombrable ha explotado esta idiocia colectiva convirtiendo a Venezuela en una nación de vagos y maleantes, cuya característica norte es la envidia al bien ajeno y hacer del hastío una ocupación permanente. Y es que dada esa estructuración desidiosa del chavismo, en la confrontación entre el parásito y el laborioso, el primero tiene todas la de ganar y el segundo las de perder. Que oiga quien tiene oídos...


Ernesto García Mac Gregor /Médico

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