Los ranchos de la justicia
La que fuera sede flamante del Banco Maracaibo, una estructura arquitectónica de esplendor y funcionalidad, al desaparecer la entidad bancaria, por obra y gracia del iure arbitrium se le asignó al Poder Judicial. Fue ocupado mas no atendido, ni mantenido eficazmente, se ha llevado al ritmo del abandono. Un día no funcionaron las escaleras mecánicas; unos estacionamientos se cerraron; el auditorio está deteriorado y en el presente su sistema de aire acondicionado no funciona, y por lo tanto, el caos laboral es un episodio triste para jueces, empleados, público asistente y los abogados en ejercicio. Lo mismo sucede con la sede de Bella Vista, local en pésimas condiciones, sin ascensores desde hace mucho tiempo.
Razones estrictamente humanitarias y legales debemos invocar para exigir las mínimas condiciones ambientales y de trabajo en ambos lugares. El sofocante calor y respiración de aire viciado en lo que denominamos Sede Banco Mara, es una violación flagrante a todas las normas que rigen la protección al trabajador, peor aún cuando ese edificio arquitectónicamente no está diseñado para ser utilizado sin aire acondicionado. La respuesta al reclamo ha sido la militarización del edificio en triste episodio que advierte la represión y amenaza contra jueces, empleados y abogados que pretendan justamente expresar sus sufrimientos en el desempeño laboral.
Tema separado en este caos, es el abogado, sea juez o en ejercicio, quienes vamos al paso de la conformidad y resignación, dando pena ajena al no reclamar ni denunciar ante organismos competentes la ineptitud de esos ambientes como centro de trabajo. Estamos expuestos a una sistemática y planificada estrategia de marginamiento y extinción de la profesión. Si no tenemos capacidad para defender lo propio, ¿es posible defender lo ajeno?
Cuando un Gobierno despilfarra miles de millones de dólares dotando de hospitales, carreteras, electricidad, etcétera, a otros países, mientras la justicia se silencia o manipula con condiciones de miseria, evidentemente se hace porque no se cree en ella, sólo se le utiliza en beneficio propio con las más descabelladas arbitrariedades administrativas.
Israel Fernández Amaya / Abogado
Razones estrictamente humanitarias y legales debemos invocar para exigir las mínimas condiciones ambientales y de trabajo en ambos lugares. El sofocante calor y respiración de aire viciado en lo que denominamos Sede Banco Mara, es una violación flagrante a todas las normas que rigen la protección al trabajador, peor aún cuando ese edificio arquitectónicamente no está diseñado para ser utilizado sin aire acondicionado. La respuesta al reclamo ha sido la militarización del edificio en triste episodio que advierte la represión y amenaza contra jueces, empleados y abogados que pretendan justamente expresar sus sufrimientos en el desempeño laboral.
Tema separado en este caos, es el abogado, sea juez o en ejercicio, quienes vamos al paso de la conformidad y resignación, dando pena ajena al no reclamar ni denunciar ante organismos competentes la ineptitud de esos ambientes como centro de trabajo. Estamos expuestos a una sistemática y planificada estrategia de marginamiento y extinción de la profesión. Si no tenemos capacidad para defender lo propio, ¿es posible defender lo ajeno?
Cuando un Gobierno despilfarra miles de millones de dólares dotando de hospitales, carreteras, electricidad, etcétera, a otros países, mientras la justicia se silencia o manipula con condiciones de miseria, evidentemente se hace porque no se cree en ella, sólo se le utiliza en beneficio propio con las más descabelladas arbitrariedades administrativas.
Israel Fernández Amaya / Abogado
Comentarios