La amenaza
En mala hora escuché la intervención de Rafael Ramírez, desde entonces dicha alocución forma parte de mi desgracia onírica. Sueño todas las noches desde entonces: unas veces quejándome frente a un gringo grandote que termina sacudiéndome por los brazos como si fuera un muñeco y me lanza lejos, allí despierto en el suelo de la sala, lo que significa o que soy sonámbulo, o que efectivamente, el gringo del sueño me lanza por los aires desde mi habitación hasta la sala.
Otras veces despierto en medio de una batalla y yo me veo con una Kalasmikov corriendo por una sabana llena de torditos y loros cara sucia que gritan: "¡Corre, Arenas, que el gringo te va a matar!". Bueno, el caso, es que desde entonces no duermo tranquilo, tengo sacos de arena rodeando mi casa, alambrado de púas y estoy, actualmente haciendo un refugio antinuclear no vaya a ser que a estos gringos se les ocurra lanzarnos una ojiva nuclear.
No estoy de acuerdo con la grosera intromisión norteamericana en nuestros asuntos. Pero qué necesidad tenía Ramírez de andar vociferando amenazas, venganzas, ojos por ojos, precisamente él, que tiene a PDVSA vuelta un desastre.
No, él no tenía por qué aparecer gritando de esa manera tan echonamente amenazante, sabiendo que al otro día volvería a embarcar los 900 mil barriles de petróleo que los gringos nos compran y nos pagan a brinco rabioso a diferencia de tanto "fiao" que regamos por todo el mundo. Era preferible, decirle las cosas, en términos políticos, porque lo que hicieron los gringos fue tomar una decisión política.
Yo quisiera que el presidente Chávez tuviera el acierto de cancelar a Ramírez, pero no creo que lo haga. En honor a la verdad, yo no sé qué carajo le debe Chávez a Ramírez, o será que le debe algo, quién sabe.
He reflexionado mucho en estas noches interminables de insomnio y he llegado a la conclusión que vendamos la gasolina a quien nos dé la gana. Eso es un negocio, pero hagámoslo sin gritería, sin queja y sin exaltación. Después de todo a ustedes (el Gobierno) no le ha disgustado la intervención de Estados Unidos y se lo digo, por la cara de felicidad que han tenido todo estos días jugando a la "revolución" amenazada.
Otras veces despierto en medio de una batalla y yo me veo con una Kalasmikov corriendo por una sabana llena de torditos y loros cara sucia que gritan: "¡Corre, Arenas, que el gringo te va a matar!". Bueno, el caso, es que desde entonces no duermo tranquilo, tengo sacos de arena rodeando mi casa, alambrado de púas y estoy, actualmente haciendo un refugio antinuclear no vaya a ser que a estos gringos se les ocurra lanzarnos una ojiva nuclear.
No estoy de acuerdo con la grosera intromisión norteamericana en nuestros asuntos. Pero qué necesidad tenía Ramírez de andar vociferando amenazas, venganzas, ojos por ojos, precisamente él, que tiene a PDVSA vuelta un desastre.
No, él no tenía por qué aparecer gritando de esa manera tan echonamente amenazante, sabiendo que al otro día volvería a embarcar los 900 mil barriles de petróleo que los gringos nos compran y nos pagan a brinco rabioso a diferencia de tanto "fiao" que regamos por todo el mundo. Era preferible, decirle las cosas, en términos políticos, porque lo que hicieron los gringos fue tomar una decisión política.
Yo quisiera que el presidente Chávez tuviera el acierto de cancelar a Ramírez, pero no creo que lo haga. En honor a la verdad, yo no sé qué carajo le debe Chávez a Ramírez, o será que le debe algo, quién sabe.
He reflexionado mucho en estas noches interminables de insomnio y he llegado a la conclusión que vendamos la gasolina a quien nos dé la gana. Eso es un negocio, pero hagámoslo sin gritería, sin queja y sin exaltación. Después de todo a ustedes (el Gobierno) no le ha disgustado la intervención de Estados Unidos y se lo digo, por la cara de felicidad que han tenido todo estos días jugando a la "revolución" amenazada.
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