Ingenua emoción
Uuujujuju jujujujuju… una guitarra escuché
cuando solo meditaba...
El presidente Chávez
(sacándole una canción a la guitarra de Shakira).
Madre susto me llevé cuando sintonicé un pelín tarde la llamada telefónica del Presidente para anunciar los logros de la Misión Vivienda y que terminó siendo sólo una excusa para que la gente se enterara de que Shakira le había regalado una guitarra.
Aquel sonido gutural: “Uuujujuju jujujujuju”, y luego escuchar en la voz presidencial la canción de Édgar Alexánder, hizo que, asustado, le gritara a mi tía Estílita: “Corré, Estílita, que regresaron a la televisión los muchachos del Club del Clan”.
Qué de recuerdos. Casi lloro recordando a: Los Supersónicos, Los Dart, Los Impala, Las Cuatro Monedas, Trino Mora (¡Qué molleja!), Los 007... ¡Qué días aquellos!
Por eso puse más atención que nunca a la conversación, ciertamente banal, entre el ministro Izarra y el primer magistrado de la República.
Claro que un Presidente puede darse la licencia de emocionarse ingenuamente porque una artista le dé un obsequio, total, la vida de los pueblos está llena de artistas que le hacen regalos a los mandatarios de turno, no importa la naturaleza del gobernante, y se lo gozan.
Pero en este caso sentí al Presidente como muchacho con chupeta nueva; no es la primera vez, se pone igual cuando lo visitan las estrellas de cine que suele invitar, y no quiero contar cómo se pone cuando se encuentra con Fidel. He llegado a la conclusión de que el presidente Chávez es y será siempre un menor de edad.
En psicología eso se conoce con el nombre de síndrome de Peter Pan y de verdad a nosotros nos gobierna un tipo que vive en el país del “nunca jamás”, en el que el tiempo no pasa y que está habitado por carajitos. De allí esa rara e ingenua emoción hasta la tontería por un regalo de Shakira. ¡Qué vaina!
En todo caso, lo peor fue la risita de Izarra, de quien podemos concluir que sufre, al igual que todos los que acompañan al Presidente, del síndrome de Wendy; este consiste en la necesidad de satisfacer al Presidente por miedo a que este lo rechace, a que lo abandone y a no ser más querido. Claro, este síndrome se da más entre mujeres (todas las mujeres del régimen lo padecen, al igual que Izarra, y a mí me da mucha pena con ellos).
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