Bolívar y su campaña miserable



Dos siglos después, en agosto de 2009, un Bolívar, otro Bolívar, volvió a emprender una nueva travesía de los Andes. Por supuesto, este Bolívar no lo hizo ni a caballo ni en mulas, lo hizo en una camioneta de un amigo, del cual nunca se olvidaría, y que salió rauda para solo parar en la siempre hermana república. Una vez en la frontera, Bolívar salió de su escondite debajo de los asientos, estaba a salvo de aquellos que lo acusaban de haber hecho lo mismo que ellos también habían hecho: meter la mano en el erario público. Le agradeció, entonces, al hombre que lo había ayudado y le dijo: chao, Ismael.

Tengo sí un lejano recuerdo de Bolívar y no tanto de él, sino del estribillo de una canción que decía: "¡Aragua es lo mejor! ¡Aragua es lo mejor!", y enseguida salía una cosa que parecía un hospital que era buenísimo porque la gente se curaba bañándose en la playa y acto seguido salía una foto de un Bolívar orondo y bigotudo.

Bolívar entró al país como salió en el 2009: envuelto en cochinadas, sólo que esta vez llegó haciéndole ojitos a sus antiguos perseguidores, dándoles a entender que ya había comprendido el procedimiento y se presta a realizar una de las piruetas más arrechas que ha conocido la historia de la política en Venezuela desde los lejanos días del Marqués del Toro.

¿Cómo explicar esta vileza de Bolívar? ¿Cómo entender que Bolívar sale del país ayudado por Ismael García y tres años después Bolívar no sólo lo acusa de turbio, felón y traficante sino que grita: "¡Él me ayudó a huir, métanlo preso¡", vainas de la vida y de la política de este país: Bolívar es un delator.

No tengo explicación para esta actitud de Bolívar. Por supuesto no es el único caso de veletismo y oportunismo político en nuestra historia, ya mencionamos al Marqués del Toro, pero tenemos otros casos más cercanos, por ejemplo, el comandante Arias, sólo para citar hasta ahora uno de los más groseros ejemplo de cómo no debe comportarse un político. Este de Bolívar está en el camino de emularlo. Sólo el tiempo podrá decirnos qué oscureció el corazón de Bolívar para transformarlo en el personaje torvo que es hoy y, tal vez, sólo tal vez, cuando le llegue el delicado  momento, es decir, solo días antes de podrirse, Didalco Bolívar se dé cuenta del alcance de su canallada. 





Énder Arenas Barrios / Sociólogo

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