Acabar con la pobreza


Nuestros conquistadores no fueron colonos dedicados a fundar hogares, escuelas y poblados de vecinos como en el Norte, por el contrario, fueron mercenarios cuya faena principal era conquistar. También está claro que la lujuriosa voracidad los transformó en padrotes de cría, dando inicio así, a nuestra principal calamidad; la paternidad irresponsable.

Al poco tiempo se formó una clase desvalida y abandonada que se diseminó por la Venezuela rural de entonces. La ignorancia se convirtió en su cultura, la miseria en lo cotidiano y la pobreza extrema en su verdugo. Este es el verdadero origen de nuestra marginalidad. Para entonces no había oligarcas, ni gringos, ni mala distribución de la riqueza, solo existía como lo sigue habiendo hoy, paternidad irresponsable, malos gobiernos y nulas ganas de superación, ahora magnificada con las misiones.

Esta masa sufrida se mantuvo oculta hasta que la aparición del petróleo provocó su éxodo masivo del campo hacia las ciudades. Fue entonces cuando la marginalidad social, cual témpano de hielo, afloró su inmensa masa inmersa y la exhibió perturbadoramente en los cinturones de miseria que rodean las poblaciones.



El combate efectivo de la pobreza consiste en crear núcleos familiares, cambiar el rancho por una casa, el barrio por una urbanización, la ociosidad por un trabajo productivo, elevar la clase marginal a clase media. Con Pérez Jiménez se comenzó el proceso de modernización que continuó en la era democrática y logró consolidar una clase media sólida y trabajadora que generó riqueza y oportunidades para que los pobres salieran de su pobreza. Miles de criollos y emigrantes lograron superar la penuria y alcanzaron el éxito económico mediante la dedicación, el esfuerzo y la voluntad que ahora el chavismo intenta destruir.

Lo que el dictador ha hecho es regalar peces en vez de enseñar a pescar, al así hacerlo lo que ha logrado es la reproducción de la pobreza. Que oiga quien tiene oídos.





Por Ernesto García Mac-Gregor /
 Médico



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