7 de octubre: Votarás por la vida o por la muerte?
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Karen
Martínez tiene 22 años, es madre soltera de dos pequeñas niñas. Ella
trabaja en un local de comida rápida hasta las ocho de la noche y al
concluir su jornada laboral, el transporte del trabajo la deja en la
parte baja de su comunidad.
Desde ese momento debe hacer proezas para llegar a su hogar, pues en
el día el transporte público llega hasta la puerta de su casa, pero en
la noche ningún conductor de la línea se atreve a subir.
El año pasado asesinaron a siete conductores de la línea, razón por
la cual los transportistas decidieron suspender el servicio a partir de
las seis de la tarde. Ahora Karen debe tomar los famosos “rapiditos”
para llegar a su casa en la noche, pero antes tiene que soportar hasta
una hora de cola hasta montarse en uno y pagar el triple del pasaje
normal. Quizás ese es el valor que añaden los conductores como seguro de
vida por el riesgo que implica subir a esas horas de la noche.
El corazón de Karen comienza a latir desde que se monta en el vehículo pasadas las nueve de la noche. El miedo y la desconfianza se apoderan de ella en todo el trayecto, viaja casi inmóvil pensando que algo le pasará, observa con detenimiento a las personas que viajan junto a ella. Aunque se esfuerza por ver actitudes sospechosas, Karen se ha dado cuenta que su intuición no siempre la acompaña. La última vez se confió y respondió el teléfono en el jeep y al rato un joven de aproximadamente 17 años los despojó a todos de sus pertenencias. No pudo mentirle a quien la robaba, entregó no solo su teléfono, sino también la quincena.
Esa noche Karen llegó a su casa con una crisis de nervios. Su madre
la recibió y le dio agua con azúcar para que pudiera contar lo que había
pasado. “Nos amenazaron a todos con un arma y me quitaron el dinero que
traía para el colegio de las niñas” dijo con voz entre cortada. Su
madre le contestó con cierto tono de resignación: “Dale gracias a Dios
que estás bien… El dinero se recupera”. Las dos siguieron conversando,
su madre siempre tranquila, pues, con 35 años viviendo en la misma
comunidad, ha sido mucho lo que ha visto. Era un momento propicio para
recordar, entre lágrimas, el día en que asesinaron a su hijo en medio de
una balacera.
Karen se niega a acostumbrarse a lo anormal. Ella jamás percibirá como algo cotidiano tener que saltar entre un cadáver tapado con una sábana blanca para llegar a su trabajo en la mañana. A pesar de la frecuencia con que sabe que pasan estas cosas, para ella jamás será normal que la roben todos los días. Para ella jamás será normal vivir con miedo. A sus 22 años de edad ella sabe que no puede resignarse como su madre. Tiene dos hijas que quiere ver crecer en otro ambiente y por eso recuerda, a pesar de su corta edad, que las cosas no siempre fueron así, “ahora la vida no vale nada, puede ser que la perdamos hasta por mirar mal a alguien” afirma.
La historia de Karen es la historia de miles de venezolanos, en
cualquier ambiente o clase social. El miedo al salir a la calle es el
mismo, la amenaza del hampa no distingue y las razones están claras:
Nada se ha hecho para sacarnos de esta guerra donde la vida ha perdido
todo valor.
Cuando en el pasado los venezolanos votaron por un militar, lo
hicieron entre otras cosas, porque pensaban que el monopolio del orden
lo tenían ellos, confiaban en que nadie mejor que un uniformado para
poner “mano dura” en un país donde cada quien hacia lo que quería y el
hampa parecía desbordarse. La verdad es que para 1998 el número
alcanzaba las 4.550 víctimas, pero nadie se imaginaba que tan solo en un
año 19 mil corazones dejarían de latir como sucedió en 2011.
Los resultados están a la vista. 19 planes de seguridad, 11 ministros
y más de 150 mil asesinatos en 14 años son el balance del gobierno
saliente. Ellos ahora le prometen a usted que comenzarán a trabajar.
Karen se niega a creerles, no quiere darles un nuevo periodo de prueba
de 6 años más y sufrir lo mismo que su madre, ver caer a uno de sus
hijos a manos de la delincuencia.
Seguridad para todos es el compromiso de Henrique Capriles Radonski desde el primer día. Decida el 7 de octubre a quien creerle y sepa lo que verdaderamente está en juego: votar por la muerte, a la que ellos mismo le hicieron culto hasta hace poco en sus consignas; o votar por la vida, la esperanza, el futuro de nuestros hijos. Ni una lágrima más saldrá del rostro de una madre, ni un solo hijo más asesinado a manos del hampa. Queremos corazones latiendo de alegría y no llenos de miedo.
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