Golpismo al día



Héctor Strédel

"Perro que come manteca mete la lengua en tapara". Así dice un antiguo refrán de nuestra gente oriental, hoy en desuso porque la manteca ya no se guarda en tapara, y porque tampoco se usan ahora la manteca ni la tapara.

En desuso. Pero vigente en su filosofía. Como lo prueba constantemente el golpista-presidente.

El hoy golpista-presidente ingresó en la Escuela Militar, seguramente infiltrado por la subversión comunista, o posteriormente catequizado, con el muy definido propósito de insurgir, con las armas de la República, contra la institucionalidad democrática, contra el Estado de Derecho, contra el gobierno legítimo soberanamente electo por el pueblo, contra la Constitución, contra las leyes. Estuvo conspirando varios años y el 4 de febrero de 1992 dirigió el criminal intento, que dejaría varios cientos de muertos. Cuando se supo derrotado corrió a refugiarse en la fortaleza del Museo Militar, en La Planicie. Preso por su delito de lesa patria, poco tardó en la cárcel, en la que todavía debería estar. El entonces presidente Caldera, su padrino, lo indultó graciosamente.

Apadrinado por los llamados "notables", y por no pocos fracasados dirigentes del radicalismo staliniano, así como por algunos empresarios ganosos de pescar en río revuelto -la mayoría de unos y otros hoy arrepentidos y dándose públicos golpes de pecho-, lanzó su candidatura presidencial y obtuvo el respaldo mayoritario del pueblo.

Se pensaría que, de allí en adelante, archivaría la afición golpista. Pero le había tomado gusto y, como no sería tan tonto como autogolpearse, para serrucharse el propio taburete, apuntó sus armas de tal en la dirección de destruir el Estado de Derecho, de acabar con la independencia de los Poderes, de mutilar, o desconocer, o pisotear los derechos ciudadanos; de erigirse y afianzarse en hegemón, en emperador del país para entregarle progresivamente la soberanía nacional a su comandante en jefe, Fidel Castro, y a su "tío" Raúl, el nuevo aparente gobernante cubano.

Suma ya diez años como mandamás absoluto de este país por él hoy convertido en simple colonia cubana. Ha administrado (?) ochocientos mil millones de dólares, ingresos fiscales de ese período. Y no hay una sola obra verdaderamente tal que traduzca, siquiera, mínima parte de aquella fabulosa suma. Encabeza el gobierno más inepto, más militarista y más corrupto que jamás haya padecido Venezuela. Por los podridos canales de la corrupción del gobierno del golpista-presidente se han esfumado aquellos ochocientos mil millones de dólares. No obstante, el golpista-presidente quiere reelegirse vitaliciamente. Acaso para garantizarle a su comandante en jefe, Fidel Castro -o a su "tío" Raúl-, la perpetuidad del coloniazgo cubano sobre nuestro país.

Ya lo intentó el año pasado, con un proyecto de referéndum que fue in-cuestionablemente derrotado por la Venezuela democrática. Legalmente ya no puede plantear la misma proposición en este período constitucional. Pero ¿qué le importa la ley al golpista impenitente? Así, desvergonzadamente, y con el respaldo de sus sigšíes militares y civiles -la "muy honorable" presidenta del T.S.J. ha sentenciado que "sí puede"-, ordena a la horda rojo-rojita que monte el parapeto para febrero.

Pues lo esperaremos en febrero las mayorías democráticas. Y volveremos a derrotar, ahora más determinantemente, al tozudo golpista-presidente en su manía de destruir a Venezuela.

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