Enero Rojo
Por: Danilo Acosta
Después de pasar un largo feriado navideño en aparente calma, el país volvió a ponerse en ascuas después del anuncio presidencial relacionado con la devaluación del bolívar fuerte, noticia que cayó como un balde agua fría para quienes albergaban la esperanza que 2010 sería, no de calma, pero si de flexibilización en algunas medias gubernamentales tomando en cuenta que este será un año de elecciones.
Tal expectativa se diluyó como sal en agua porque el régimen, escaso de recursos para afrontar la campaña electoral que se le avecina, ha tenido que recurrir a la devaluación de la moneda buscando la fórmula menos apropiada, es decir, castigando a la ya decadente economía nacional imponiendo un tipo de cambio que afectará directamente a la población de menos recursos.
La medida, así como el hecho de que el Presidente no recurrió a una de sus cansonas cadenas para hablar de la devaluación, son signos inequívocos de que algo huele mal en Dinamarca. Además, Sus declaraciones posteriores al anuncio indican dos cosas: o que tomó la medida de forma apresurada sin evaluar el impacto político o que se dejó influenciar por alguien que le recomendó la fórmula como la solución a los problemas de liquidez que afronta el Gobierno.
El asunto toma más visos de rareza si recordamos que días previos al 8 de enero, es decir, el Viernes Rojo, el Presidente hizo una cadena de casi dos horas para anunciar la apertura de la primera arepera socialista, hecho que comparado a un anuncio de devaluación, no merecía un despliegue mediático tan extenso.
Todas esas señales hacen pensar que la situación dentro del régimen es, sino grave, por lo menos de cuidado. Devaluar la moneda que el Gobierno se empeñó llamar “fuerte” cuando todos sabemos que era una burbuja de lo más frágil que en cualquier momento, como ya sucedió, se reventaría de la manera más estruendosa, no es fácil y menos en un año electoral durante el cual la revolución se las juega todas con los comicios para escoger a los nuevos miembros de la Asamblea Nacional.
El régimen, como lo señaló el pasado sábado Aristóbulo Istúriz, pende de un hilo ante una inminente derrota en las elecciones legislativas. Según él, si la oposición gana la mayoría en la Asamblea Nacional, hará todo lo posible por inhabilitar al Presidente, por lo cual exigió el respaldo mayoritario del pueblo para evitar que se pierda el próximo proceso electoral pautado para el 26 de septiembre de 2010.
Sin embargo, cabe preguntarse a qué pueblo se refiere Istúriz. En 11 años de régimen socialista disfrazado de democrático, es precisamente el pueblo el que ha recibido la mayor parte del castigo provocado por la cadena de errores que en materia económica ha cometido este Gobierno que está muy lejos de velar por los intereses de las más necesitados y que a decir de la mayoría, es el más corrupto del cual se tenga noción en la historia nacional.
Para terminar de colocar la guinda en el pastel, ha sido el propio mandatario el que ha afirmado que la medida de devaluar nuestro signo monetario se tomó para incentivar la producción interna, afirmación que genera incertidumbre y preocupación pues ha sido el mismo Gobierno el que se ha encargado de destruir el aparato productivo del país con lo cual lo único que ha logrado es que ahora dependamos más de las importaciones y que Venezuela esté ahora más subordinada del petróleo que en el pasado.
No nos engañemos; el país está grave y el único culpable es el Gobierno que después de 11 años no ha encontrado la fórmula para mejorar la calidad de vida de los venezolanos, pero si ha hecho lo posible y hasta lo imposible para hacer más felices a los habitantes de otras naciones, otra de las razones para devaluar la moneda, ya que así tendrá más recursos para mantener la regaladora para los de afuera y que en nada beneficia a los de adentro.
La situación es grave pero todavía tenemos la posibilidad de remediar los entuertos erradicando el mal de raíz.
Cortesia del Diario Informe
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