El atraco



Estaba aburrido, los últimos decretos lo habían dejado exhausto y tenía un cansancio mental que más bien parecía pereza, y eso era obvio. La cabeza no le paraba de dar soluciones. Algunas habían sido mal interpretadas, pero eso era culpa del pueblo, bruto como nadie, nunca entiende las decisiones más trascendentes de la nueva república.

Esa noche no estaba para reuniones ministeriales, así que antes de llegar al salón, justo en la antesala, del mueble decorado con cuarterones de chaflán con cuatro cajones o gavetas y tiradores de bronce en forma de argolla, sacó del fondo de una de ellas una peluca similar al peinadito de Jaime Bayly, se la puso y salió por una puerta secreta que daba directo a la avenida Urdaneta.

El Presidente paró su moto en Lagarto’s. Todos lo miraron, un murmullo recorrió la sala y la gente gritaba: ¡Es Bayly! ¡Jaime, Jaime, Jaime! Obviamente, de haber más claridad en el local y menos humo le hubieran visto la verruga de la frente y la confusión no se hubiera producido.

Pero él no le paró, no era la primera vez que lo habían confundido; llevaba, según él mismo lo había manifestado en su programa dominical, cincuenta y cuatro años rumbeando en las noches caraqueñas y nada le había pasado.

Llegó bailando y cantando: “Que la toquen, que la besen, que la guayen / No le va a importar / Que la toquen, que la besen, que la guayen / Ella fácil se va…”

Era muy tarde cuando salió del local y antes de montarse en la moto, le salieron al encuentro un par de malandros que en seguida le dijeron bajito, pero con firmeza: -

Mariquito, danos la llave o te quebramos; y no te pongas con cómica.

El Presidente los miró con la misma mirada del “por ahora” aquel y les preguntó:

- ¿Ustedes saben quién soy yo?

- Te hemos visto en TV.

- Exacto, yo soy el Presidente, el comandante de mi pueblo, es decir, de ustedes, hermanos… yo soy de ustedes… soy una brizna de paja en el huracán de la revolución… soy Chávez.

Las carcajadas no se hicieron esperar. Hasta que se recompusieron y le dijeron:
- Coño, tú eres Jaime Bayly.

El Presidente quiso quitarse la peluca pero esto fue interpretado como un gesto sospechoso y le dieron un cachazo en la cabeza y se le llevaron la moto, la cartera y la chaqueta.

En la noche, en su alocución televisiva, todavía hinchado, dijo: Tenemos agarrado al toro por los cachos de la inseguridad.

El Wincho y el Yerson se miraron y gritaron: ¡Coño, sí era Chávez!


LA VERDAD

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