Verdades Dolorosas



Ernesto García Mac Gregor garciamacgregor@gmail.com

UNA LUZ EN EL TÚNEL

El Presidente sigue creyendo que el pueblo venezolano sufre de socialismo congénito, que no le interesa el dinero sino el sacrificio y la revolución a juro. Ser rico es malo. Los cubanos son pobres pero felices. Quien desea un vehículo nuevo no es una persona, es un excremento, ha declarado Chávez, en contraposición con el estilo de vida sibarita demostrado por él y su camarilla. Ni hablar de los sueldos millonarios que perciben los funcionarios y que el “pata en el suelo” compara con el miserable salario mínimo o la limosna de las misiones.

En realidad, los venezolanos tienen claro que las riquezas deberían estar mejor distribuidas en la población, pero cuando se plantea repartir los churupitos logrados con el sudor de la frente entre quienes menos poseen, o se les impone límite a sus ganancias, en otras palabras, cuando se les toca el bolsillo, comienzan los conflictos. La limosna no crea lealtad. Igual ocurre con la repartidera de dinero en el exterior mientras el país se cae a pedazos.

Al principio la multitud se acercaba a Chávez con entusiasmo para saludarlo y hacerle peticiones misericordiosas; ahora lo hace amenazante para pedirle lo que no han recibido todavía. El personal de Barrio Adentro está exigiendo contrato colectivo, y quejándose porque se le rebajó el salario. A los trabajadores de las compañías estatizadas, se les hace creer que serán los dueños de la empresa, pero al poco tiempo, como está ocurriendo en Sidor, las apetencias sindicales hacen que el Presidente reclame: ¿han visto los sindicatos que supuestamente se ponen la camisa roja y se llaman revolucionarios? Y ahí están, peleándose por las cuatro lochas". Igualmente ha dicho: las cooperativas las utilizan como medio para explotar al necesitado y así enriquecerse sólo unos pocos; no es el camino hacia el socialismo. De modo que las cooperativas como las misiones y el dineral de los consejos comunales también están en pico de zamuro.

En un Aló Presidente, ante la inquisición de un espontáneo sobre si él conocía de las promesas incumplidas y la corrupción, Chávez le contestó con disgusto y displicencia que estaba enterado de todo lo que sucedía en el país. De esta manera eliminó públicamente la única excusa que tenía para justificar su fracaso. Que oiga quien tiene oídos...

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