La Caricatuya
A Zapata, faro de inteligencia en esta brutal tormenta
¿Qué es la caricatura? La Real Academia dice que es un “dibujo satírico en que se deforman las facciones y el aspecto de alguien”. Pero si en el dibujo deformado se reconoce a ese alguien, quiere decir que los defectos aumentados por la caricatura están en el original. Una buena caricatura es la que inmediatamente te deja identificar al caricaturizado. De hecho la palabra caricatura viene de caricare, que en italiano quiere decir “cargar”, “exagerar”. En otras palabras, como reza en el dicho popular: “¿qué culpa tiene la estaca si el sapo salta y se ensarta?”. Cuentan que cuando Miguel Ángel terminó la Capilla Sixtina, a uno de los cardenales, que le tenía la vida vuelta cuadritos, lo pintó desnudo y en el infierno. No dijo nada. El día de la inauguración del Juicio Final, con la presencia del Papa, al descorrerse la cortina, el susodicho cardenal dio un paso al frente y señalando hacia su caricatura dijo: “¡Sono io!” y se reconoció, supongo que en el infierno cotidiano de su vida.
No son culpables los caricaturistas de las distorsiones que retratan, sino quienes las producen. Que los humoristas en Venezuela estén perseguidos, amenazados, procesados y multados habla muy bien de nosotros. Quiere decir que el humor cumple con su papel frente a la libertad amenazada. Cuando la historia de este tiempo se escriba, no cabe la menor duda, un gran capítulo, brillante y hermoso, será el del humor y la manera como este ha acompañado las angustias nacionales animando a la gente y cómo ha mantenido encendida la luz de la esperanza.
Los defectos que al caricaturista le interesan no son los físicos, sino los morales, que no solo son los únicos que verdaderamente lo afean a uno, sino que son los únicos que uno puede cambiar con la voluntad. El humor se ocupa de ellos, porque el humorismo cree en el hombre y en su disposición a ser mejor. Para decirlo en términos de la parábola evangélica, porque aquí hay mucha gente antiparabólica: el humorista cree, como el Padre, que todo hijo es pródigo, que todo ser humano va a cambiar y a volver al sendero de la bondad y la justicia. Lo que el humorista hace es brindarle ayuda mostrándole sus carencias. El humorista las conoce bien, porque siempre comienza viendo la viga que tiene en el ojo antes de ver la paja ajena. El humorismo, pues, y la caricatura, su hija predilecta, están movidos siempre por la fuerza del amor. No es casual que a aquello que produce en los espectadores se le denomine gracia, un término de origen teológico que nos remite a la benevolencia divina para con los hombres pecadores.
Con razón Pocaterra en sus Memorias de un venezolano de la decadencia (¡Ay, mi Dios, si reviviera!) dice, aludiendo a la filosofía del Jardín de Epicuro, que aquellos presos de La Rotunda, “en sus noches más negras y pesadas”, bendecían la risa que les permitía no incurrir en la debilidad de odiar a quienes tanto mal les causaba. La risa es siempre un antídoto contra la violencia. Cuentan que en Atenas, en algún momento de la evolución de la comedia, la ciudad exigía a los parodiados que financiaran las parodias que de ellos se hacían, en el entendido de que, gracias a la corrección del humor, ellos resultaban beneficiados. Al final, la caricatura a quien más favorece es –si tiene suficiente alma para leerla- a quien se considera perjudicado. Cuenta Zapata que el presidente Betancourt, ante una caricatura sumamente crítica de aquel, lo llamó por teléfono para preguntarle si podía mandar a buscar el original (ojo: no al original Zapata, sino al original de la caricatura) a El Nacional. Como Zapata le dijera que sí, desde ese día las mandó a buscar siempre, ya sin pedir permiso.
Ciertamente, la libertad de expresión en Venezuela no vive un buen momento. La ONG Espacio Público, en su informe de este año, da buena cuenta de ello. Si no es la sanción judicial, es la coñaza pura y simple, la amenaza de muerte o la persecución en sus múltiples formas, pero nadie que opine libremente está exento de riesgo. Sin embargo, cuando veo a nuestros caricaturistas resistir, llenos de amor y bondad, soñando una Venezuela justa y bonita, donde el respeto y la tolerancia sean el camino y nuestras diferencias nos lleven a una sonrisa, encuentro quizá la más hermosa de las motivaciones para seguir sintiéndome orgulloso de ser venezolano.
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