Doña mentira
La señora Lucena, presidenta del Consejo Nacional
Electoral, ha montado en cólera porque la secretaria de Estado adjunta
para Latinoamérica, Roberta Jacobson, ha declarado que Venezuela “merece
unas elecciones abiertas, justas y transparentes”. Pues ardió Troya, y
en medio de lo más parecido a un ataque de histerismo mediático, misia
Lucena se ha lanzado a insultar y denostar contra moros y cristianos,
como si la petición fuera un insulto contra ella y no una esperanza
sensata que buena parte de los electores venezolanos comparte
plenamente.
Pero dentro del Gobierno (no olvidemos que el CNE es
un apéndice del Ejecutivo) seguramente alguien (¿Maduro, Diosdado,
Jaua?) se ha sentido tocado y dolido y le ha sugerido que salga como una
Juana de Arco del trópico a defender la maravilla que es ese mamotreto
que hasta el más chavista de los venezolanos (si estuvieran en la
oposición) habrían demolido con los tupamaros y La Piedrita a la cabeza.
Si
algún CNE ha recibido la mayor cantidad de acusaciones de fraude es
este que preside doña Lucena. Para los venezolanos que creen en el voto
popular para lograr un cambio, el CNE se ha convertido en un obstáculo
permanente porque cada vez que se convoca a elecciones inventa una nueva
trácala. Se la sacan del bolsillo por artes propias de un mago de
feria, y así van de engaño en engaño. Desde luego no es una sola persona
la cabeza de todo el entramado electoral, sino más bien un equipo
escogido y armado desde el poder para, en cualquier recodo del camino,
emboscar al votante.
Doña Lucena, ¿a usted no le parece que luego
de tantos años de ser una persona equilibrada y sensata, antes de llegar
al CNE, convertirse en cómplice de alguna maniobra que oscurezca las
próximas elecciones presidenciales es la peor manera de terminar su
carrera en el aparato burocrático? La prensa ha sido con usted lo
suficientemente discreta y honesta para no hablar de sus condiciones de
salud y de asistir a su restablecimiento con respeto y respaldo pleno.
Ahora
se nos acusa (no sabemos si usted o Maduro) de una campaña para
destruir la imagen del Consejo Nacional Electoral, como si tuviéramos
esa capacidad destructora que sólo la guarda y exhibe el Gobierno
enquistado en el CNE. Usted sabe quiénes son sus compañeras de trabajo,
conoce sus currículos, sabe que pertenecieron al PSUV y que además
desempeñaron altos cargos en la Cantv. Lo sabemos los periodistas que no
somos tontos y su persona también porque usted, mi doña, tiene otros
defectos, menos el de ser tonta o despistada.
Así como se
enfureció con las declaraciones de la funcionaria estadounidense,
Roberta Jacobson, le haría un gran bien a Venezuela criticando el
traslado de Maduro como votante de Carabobo a Caracas. Enfurézcase,
pierda los estribos y denuncie que lo de Maduro es un acto ilegal y que
vulnera su ética y no digamos su moral pública. Que Dios la perdone,
doña Lucena, porque ya sabemos su destino.
Diario El Nacional.
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