El niño rey
No
hay gobierno de la seguridad posible, sino se piensa en las víctimas. No
solo en las directas, sino en las llamadas "víctimas secundarias": la
compañera, los hijos: lo que queda del desastre de la violencia.
Percibimos el llanto, la tragedia, pero no se repara.
El daño material y
psíquico no se evalúa, no aparece en las memorias y cuentas, en el PIB.
Ni hay asistencia o indemnizaciones para ellas. De esas víctimas
secundarias, en especial los niños, quiero hablar hoy. Hablar de los que
caen en medio de balaceras "ajenas"; de quienes hieren, "de paso", para
matar a sus padres, o son secuestrados para convertir en dinero la
angustia de sus progenitores. De los abusados, violados, maltratados.
De
los torturados como el niño de Guanare o la niña de Mérida o el bebé de
Cabimas, o la niña de Machiques, en quien se ensañaron, madre,
padrastro o abuela, una muestra apenas de lo que sucede en otras partes.
Del niño que enmudeció a Chávez en cadena diciéndole que a su hermano
lo mataron. De los niños de Venezuela que van a seudo centros de
rehabilitación o duermen en las plazas. De los que trabajan cuando deben
jugar o estudiar.
Del 70 por ciento de nuestros niños que están fuera
del sistema escolar. De la hija de Rocío San Miguel que amenazan de
muerte porque su madre cuenta lo que el poder quiere ocultar. De los
hijos de los rehenes. De los niños de La Piedrita uniformados ("¡por la
CIA"!), bajo el mural de un Cristo armado, largamente tolerado por el
Gobierno, junto a una efigie-homenaje a Tirofijo. De los niños que con
los libros oficiales aprenderán que golpistas y guerrilleros asesinos
son héroes; o que, en la Telesur que Venezuela financia, se llama
cómplicemente "retenidos" a los secuestrados que la FARC arrastra
encadenados por la selva.
Pedimos un país donde los autos se detengan cuando un niño atraviese; que frente a él las malas palabras se silencien; que lo eduquen para la paz; y que, al unísono Presidente y ciudadanos, con o sin Lopna (que mal sirven las leyes sin instituciones correctas) se inhiban de ensombrecer su futuro con su ejemplo violento. Un país donde el niño sea centro y punto de partida para el reinado de la risa.
Pedimos un país donde los autos se detengan cuando un niño atraviese; que frente a él las malas palabras se silencien; que lo eduquen para la paz; y que, al unísono Presidente y ciudadanos, con o sin Lopna (que mal sirven las leyes sin instituciones correctas) se inhiban de ensombrecer su futuro con su ejemplo violento. Un país donde el niño sea centro y punto de partida para el reinado de la risa.
Lolita Aniyar de Castro /
Criminóloga
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