Somos chinos
Siempre me pareció que entre los chinos y nosotros había una profunda conexión, digamos que es una conexión extraña, pues nadie diría que entre ese enorme país asiático de gente amarilla y aquel pequeño país caribeño de gente multirracial podía haber una conexión que se expresaba lingüísticamente.
Esa conexión la percibí muy temprano. Tenía 15 o 16 días de nacido, era realmente muy chiquito, cuando mi abuela se me acercó a la cuna y amorosamente me decía: "mi amolcito, chuquichuqui, chuchu, polque llora mi angelito, polque llora mi bebé", mi papé también hablaba chino, pero él me decía: "mi amol, ¿de quién es ese pi...?" y él mismo se contestaba: "pa; Malgot, papá, pa; Malgot", creo que así se llamaba una vecina.
Con el correr de los años fui perdiendo la lengua de mis padres, de lo cual culpo a la escuela, cosa que siempre he lamentado, pues hasta el momento de entrar en ella, yo juraba que en mi casa se hablaba chino. Así que, durante años, lo más cerca que estuve de la lengua de mi padre y mis abuelos fue el menú del restorán chino El Dragón Dorado, un restorán chino muy raro pues la música que colocaba para ambientar era la de Julio Jaramillo, imagínense ustedes, cómo la gente se comía un arroz frito, un servicio de lumpia y lloraba sobre el plato con la canción Mi muchachita.
Pero es obvio que la conexión existe y hoy he vuelto a descubrir a los chinos y lo que antes era una intuición infantil, es hoy una certeza: Nosotros y los chinos somos la misma cosa, como alguna vez también fuimos cubanos. Claro, hoy no solo se expresa verbalmente, sino que ahora tiene una base más real. Lejos, muy lejos, quedó aquella vieja canción en donde nosotros, los caribeños, los vivos, que se la saben todas, le montábamos los muchachos a la mujer del chino, quien miraba asombrado que cuando sembraba tomates, nacían tomates; si sembraba cebollas, nacían cebollas; pero cuando sembraba chinitos, nacían venezolanos.
No, señor, ahora es el chino quien nos monta y nos preña con una deuda gigantesca, que hipoteca el país por los próximos 40 años. Le hemos regalado un país, nos han invadido sin un solo desembarco, sin un solo tiro, solo cantando aquella canción que dice: l con l, cigalo/ l con l balil/ lapido colen los calos/ calgados de azúcal al felocalil.
Esa conexión la percibí muy temprano. Tenía 15 o 16 días de nacido, era realmente muy chiquito, cuando mi abuela se me acercó a la cuna y amorosamente me decía: "mi amolcito, chuquichuqui, chuchu, polque llora mi angelito, polque llora mi bebé", mi papé también hablaba chino, pero él me decía: "mi amol, ¿de quién es ese pi...?" y él mismo se contestaba: "pa; Malgot, papá, pa; Malgot", creo que así se llamaba una vecina.
Con el correr de los años fui perdiendo la lengua de mis padres, de lo cual culpo a la escuela, cosa que siempre he lamentado, pues hasta el momento de entrar en ella, yo juraba que en mi casa se hablaba chino. Así que, durante años, lo más cerca que estuve de la lengua de mi padre y mis abuelos fue el menú del restorán chino El Dragón Dorado, un restorán chino muy raro pues la música que colocaba para ambientar era la de Julio Jaramillo, imagínense ustedes, cómo la gente se comía un arroz frito, un servicio de lumpia y lloraba sobre el plato con la canción Mi muchachita.
Pero es obvio que la conexión existe y hoy he vuelto a descubrir a los chinos y lo que antes era una intuición infantil, es hoy una certeza: Nosotros y los chinos somos la misma cosa, como alguna vez también fuimos cubanos. Claro, hoy no solo se expresa verbalmente, sino que ahora tiene una base más real. Lejos, muy lejos, quedó aquella vieja canción en donde nosotros, los caribeños, los vivos, que se la saben todas, le montábamos los muchachos a la mujer del chino, quien miraba asombrado que cuando sembraba tomates, nacían tomates; si sembraba cebollas, nacían cebollas; pero cuando sembraba chinitos, nacían venezolanos.
No, señor, ahora es el chino quien nos monta y nos preña con una deuda gigantesca, que hipoteca el país por los próximos 40 años. Le hemos regalado un país, nos han invadido sin un solo desembarco, sin un solo tiro, solo cantando aquella canción que dice: l con l, cigalo/ l con l balil/ lapido colen los calos/ calgados de azúcal al felocalil.
enderarenas@hotmail.com
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