Leguleyos sin verguenza.






Verdades Dolorosas                                                          Ernesto García Mac Gregor

En Venezuela, no es necesario ser un juez corrupto para poner en libertad a un culpable. Cualquier criminalista en uso de sus atribuciones legales emplea formulismos y artificios técnicos para hacer aparecer al culpable como inocente.  Al fin y al cabo, en gran parte, en eso consiste el trabajo del penalista, conseguir la libertad a como dé lugar aunque el acusado sea culpable.
Y por extensión, esa es la función de cualquier abogado civil, ver cómo hace para que su cliente gane el pleito, así se trate de una simple demanda de divorcio. Entre más trucos utilice, más posibilidades de éxito existe y más fama de “vivo” gana. Y como todos quieren ganar, se buscan al más chivato. El jurista modosito, recto y moral es pura pérdida en estos días.
Y si de política se trata, no cabe la menor duda que nos encontramos en el peor momento de mediocridad al haber reducido la democracia a la dictadura de un solo partido. Y es que en Venezuela, a causa del subdesarrollo, el débil mental, especialmente si ha recibido una mediana instrucción, no es víctima de la competencia como en otros países. Protegido por la ignorancia y la impreparación de la mayoría del pueblo, asciende hasta niveles de dirección elevados, entorpeciendo aun más nuestra accidentada maquinaria social y llevándonos al fracaso de la Venezuela de hoy.
Un país donde un Presidente, públicamente, en cadena nacional de Radio y TV ordena que destituyan y condenen a una juez, irrespetando así la sagrada separación de los poderes públicos. Un pobre país, done el Tribunal Superior de Justicia mediante ambages, retruécanos, cantinfladas o silogismos como los de la semana pasada (que nadie entendió), anteponen los intereses personales de su caudillo, al bienestar de la ciudadanía. “El presidente de la República no es un nuevo presidente que tiene que tomar posesión del cargo, es un presidente con una gestión aprobada por el soberano", agregó la presidenta del TSJ.

¿Qué puede esperarse de los componentes de un TSJ quienes el día de su instalación corearon al unísono “uh ah Chávez no se va”? Como dice el adagio popular:
“De juez de poca conciencia, no esperes justa sentencia”. Que oiga quien tiene oídos…


Diario La Verdad. Maracaibo 16-01-13

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