Del magnicidio al "magnifastidio"

Chávez desempolva su guion de tesis conspirativa de cara al 7-O. Si asumimos que la consistencia entre lo que se dice y lo que se hace es el requisito indispensable de la credibilidad, podríamos concluir que ya ni el propio Presidente toma en serio el tema del magnicidio

Los norteamericanos tienen un refrán que reza: "Si me engañas una vez la vergüenza es tuya, pero si me engañas dos veces, la vergüenza es mía".

Los venezolanos están bastante familiarizados con la estrategia de la cortina de humo, que consiste en crear una distracción para desestabilizar al oponente y avanzar mientras está descuidado.

Como militar, el presidente Hugo Chávez conoce muy bien las ventajas de este ardid y no repara en apelar él cada vez que la situación se le complica, pero como político, falla en reconocer que la misma treta no funciona dos veces o más. Este es el caso de la tesis del magnicidio a la cual el primer mandatario suele apelar de manera recurrente en tiempos electorales o de agitación política (que para nuestra idiosincrasia caribeña, termina por ser la misma cosa).

El pasado viernes 10 de agosto desde Fuerte Tiuna, el jefe de Estado anunció ante las cámaras de televisión que la Guardia Nacional Bolivariana había capturado en el sector de la Pedrera del estado Táchira a un "mercenario" estadounidense de origen latino, quien había cruzado la frontera "ilegalmente" en un autobús procedente de Colombia.

Tras acotar que se trataba de una información "absolutamente cierta" y reiterar su condición de "hombre responsable, incapaz de decir eso si no fuera verdad", Chávez procedió a llamar al Tarek El Aissami, ministro de Interior y Justicia,  para preguntar (con el ceño muy fruncido) más detalles de aquel gravísimo hallazgo.

Como si fuera una traición del subconsciente o tal vez de su propia naturaleza lúdica, la seriedad se tornó instantáneamente en burla, al anunciar que el infame prisionero había confesado ser exintegrante del cuerpo élite del las fuerzas armadas norteamericanas.

Haciendo gala de su inglés de bachillerato, el primer mandatario comenzó a bromear repitiendo entre risas la palabra: "Marines, maureens, marrins", con distintas entonaciones mientras retorcía la cara de manera grotesca.

Si asumimos que la consistencia entre lo que se dice y lo que se hace es el requisito indispensable de la credibilidad, podríamos concluir que ya ni el propio Presidente toma en serio el tema del magnicidio, que regresa cual cometa cada vez que hay elecciones.

Para Joseph Goebbles, ideólogo de la propaganda nazi, "una mentira repetida mil veces se convierte en verdad", pero para los venezolanos esa máxima se interpreta como la definición misma de "necedad", o como se le dice en buen criollo: "Mamadera de gallo".



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